Este plato es típico de todo Chile e infaltable en las fiestas diesiocheras y en todo el territorio nacional es característico de la séptima región por las plantaciones de choclos, el alimento principal de esta comida. Este plato se hace con choclos frescos picados o molidos normalmente condimentado con cebollas, azúcar o sal, ají, etc. y se envuelven en sus propias hojas las que anteriormente se ablandan con agua caliente, y se ponen a cocer por mas o menos 20 minutos. Para después servireselo. Es un plato muy sabroso y sencillo de preparar. Otros platos de esta región son el pejerrey de rió, la trucha salmonada, las gambas, etc.
La cocina chilena tiene influencias españolas y aborígenes. Pedro de Valdivia al llegar a Chile trajo las bases de la futura alimentación criolla: trigo, cerdos, pollos, bueyes, toros y vacas. Los araucanos proporcionaron las papas, el maíz y el frijol (porotos) . Estos ingredientes base se mezclaron y así; nacieron nuestros platos más típicos.
Según los historiadores, el menú de los conquistadores era suculento. El primer plato denominado "de residencia", podía ser carne, ave o pescado. Le seguía "el guiso abundante" hecho de preferencia con choclos y papas.
En los primeros tiempos de la colonia ya eran muy populares las humitas, la chuchoca, el pilco y el locro falso: un guisado de papas con otros aderezos. En esta misma época surge la afición a las algas marinas como el cochayuyo y luche que se servían acompañados de huevos duros.
El pan era de tres clases: tortilla de rescoldo, pan español con mucha grasa y miga, y el pan chileno, aplastado y cascarudo. De postre se servían frutas, en especial chirimoyas, frutillas y lucumas. El almuerzo y comida terminaban con una "aguita milagrosa", de paico para el empacho y la indigestión.
En el siglo XVII fueron las monjas quienes dieron un gran impulso a la cocina. De ahí sale la expresión "Hecho con mano de monja", para expresar que se trata de un manjar exquisito.
La comida chilena aprovecha bien los dones de la tierra y el mar. El maíz, llamado choclo en el país, es un ingrediente esencial de varios platos típicos. El pastel de choclo, servido en fuentes individuales de greda, es el más característico.
La abundancia de peces y mariscos que ofrece la larga costa de Chile puede convertirse en un menú tentador: desde albacora o corvina a la mantequilla, hasta congrio frito o en caldillo, mariscales, jaibas rellenas, chupes de papas y erizos con salsa verde. Respecto a masas, el primer lugar lo ocupa la empanada -de horno o frita-, que puede ser rellena con carne y cebolla picadas, con queso o mariscos.
La primera vendimia se registra en 1551, en viñedos ubicados en Copiapó, 800 kilómetros al norte de Santiago. En el siglo XIX se introdujeron las cepas Cabernet, Cot, Merlot, Pinot, Riesling, Sauvignon y Semillón, que constituyen hasta hoy la base de la producción nacional. Los primeros envíos de vino chileno llegaron a Europa en 1877.
A la hora del aperitivo, lo más frecuente es un "pisco sour", una mezcla de pisco con jugo de limón y azúcar. Para las festividades nacionales se bebe un jugo de uva o de manzana fermentado, la "chicha".
El vino chileno es conocido en todo el mundo por su cuerpo y aroma. La vitivinicultura se formó en el país junto con el desarrollo colonial y republicano. Según los expertos, las primeras cepas llegaron en 1548, traídas por sacerdotes españoles que necesitaban vino para sus misas.
Sin embargo, las crónicas también cuentan que los conquistadores españoles descubrieron vides silvestres en terrenos deshabitados de la región cordillerana. En todo caso, el cultivo de la uva encontró en Chile clima y terreno propicios: cuatro estaciones bien definidas, suelos de alta calidad y luminosidad adecuada.
Según los historiadores, el menú de los conquistadores era suculento. El primer plato denominado "de residencia", podía ser carne, ave o pescado. Le seguía "el guiso abundante" hecho de preferencia con choclos y papas.
En los primeros tiempos de la colonia ya eran muy populares las humitas, la chuchoca, el pilco y el locro falso: un guisado de papas con otros aderezos. En esta misma época surge la afición a las algas marinas como el cochayuyo y luche que se servían acompañados de huevos duros.
El pan era de tres clases: tortilla de rescoldo, pan español con mucha grasa y miga, y el pan chileno, aplastado y cascarudo. De postre se servían frutas, en especial chirimoyas, frutillas y lucumas. El almuerzo y comida terminaban con una "aguita milagrosa", de paico para el empacho y la indigestión.
En el siglo XVII fueron las monjas quienes dieron un gran impulso a la cocina. De ahí sale la expresión "Hecho con mano de monja", para expresar que se trata de un manjar exquisito.
La comida chilena aprovecha bien los dones de la tierra y el mar. El maíz, llamado choclo en el país, es un ingrediente esencial de varios platos típicos. El pastel de choclo, servido en fuentes individuales de greda, es el más característico.
La abundancia de peces y mariscos que ofrece la larga costa de Chile puede convertirse en un menú tentador: desde albacora o corvina a la mantequilla, hasta congrio frito o en caldillo, mariscales, jaibas rellenas, chupes de papas y erizos con salsa verde. Respecto a masas, el primer lugar lo ocupa la empanada -de horno o frita-, que puede ser rellena con carne y cebolla picadas, con queso o mariscos.
La primera vendimia se registra en 1551, en viñedos ubicados en Copiapó, 800 kilómetros al norte de Santiago. En el siglo XIX se introdujeron las cepas Cabernet, Cot, Merlot, Pinot, Riesling, Sauvignon y Semillón, que constituyen hasta hoy la base de la producción nacional. Los primeros envíos de vino chileno llegaron a Europa en 1877.
A la hora del aperitivo, lo más frecuente es un "pisco sour", una mezcla de pisco con jugo de limón y azúcar. Para las festividades nacionales se bebe un jugo de uva o de manzana fermentado, la "chicha".
El vino chileno es conocido en todo el mundo por su cuerpo y aroma. La vitivinicultura se formó en el país junto con el desarrollo colonial y republicano. Según los expertos, las primeras cepas llegaron en 1548, traídas por sacerdotes españoles que necesitaban vino para sus misas.
Sin embargo, las crónicas también cuentan que los conquistadores españoles descubrieron vides silvestres en terrenos deshabitados de la región cordillerana. En todo caso, el cultivo de la uva encontró en Chile clima y terreno propicios: cuatro estaciones bien definidas, suelos de alta calidad y luminosidad adecuada.
Los especialistas en la materia reconocen que no hay un estilo único ni una vestimenta que identifique a los chilenos en su totalidad. Las vestimentas típicas son regionales y se identifican con grupos y espacios territoriales. Con el paso del tiempo se han incorporado nuevos objetos y nuevas materias primas.
En el norte tenemos el Altiplano, los campos en la zona central, siguiendo al sur nos encontramos con las tierras de Arauco y la Araucanía. Pasando en transbordador llegamos a Chiloé, y cruzando el Pacífico la Isla de Pascua. Al final del recorrido nos encontramos con las tierras de Magallanes, en la zona austral.
Las ropas del norte se confeccionan con lana de vicuña, alpaca o llama y en el sur con lana de oveja. Los diseños son simples y cómodos para poder realizar los trabajos que requiera la tierra, los animales o la artesanía.
Zona centro
La indumentaria huasa debe ser muy cómoda, ya que el huaso pasa gran parte del tiempo montando. Cada una de las piezas tiene una utilidad específica.
En el rodeo, tanto el huaso como el caballo van vestidos con implementos típicos, que dependen, en gran parte, del gusto del jinete. Él se viste y calza utilizando elementos que pertenecen a la indumentaria huasa.
Hay diferentes "tenidas", por llamarlas de algún modo, que se diferencian claramente una de otra:
Los trajes típicos de nuestro país tienen sus propias características marcadas por el clima, la cultura, el trabajo, la materia prima y las tradiciones. Pasando por alegres coloridos a sobrios grises y negros.
En el norte tenemos el Altiplano, los campos en la zona central, siguiendo al sur nos encontramos con las tierras de Arauco y la Araucanía. Pasando en transbordador llegamos a Chiloé, y cruzando el Pacífico la Isla de Pascua. Al final del recorrido nos encontramos con las tierras de Magallanes, en la zona austral.
Las ropas del norte se confeccionan con lana de vicuña, alpaca o llama y en el sur con lana de oveja. Los diseños son simples y cómodos para poder realizar los trabajos que requiera la tierra, los animales o la artesanía.
Zona centro
La indumentaria huasa debe ser muy cómoda, ya que el huaso pasa gran parte del tiempo montando. Cada una de las piezas tiene una utilidad específica.
En el rodeo, tanto el huaso como el caballo van vestidos con implementos típicos, que dependen, en gran parte, del gusto del jinete. Él se viste y calza utilizando elementos que pertenecen a la indumentaria huasa.
Hay diferentes "tenidas", por llamarlas de algún modo, que se diferencian claramente una de otra:
Vestimenta de diario: hoy se han incorporado prendas tales como jeans o casacas, pero no puede faltar la chupalla o sombrero de paño.
Vestimenta de faena: para el trabajo en el campo, es resistente y cómoda para andar a caballo.
Vestimenta de lujo: utilizada principalmente en rodeos y fiestas. Los huasos sacan sus mejores prendas. Camisa a cuadros, chaquetilla corta blanca o negra, pantalón a rayas, zapatos de tacón, faja o cinturón, encima un lujoso poncho o manta.
Juguete de madera dura, por lo general de naranjo, de forma cónica con una cabecita y terminado en una púa de hierro, el cual se enrolla con un cordel para arrojarlo y hacerlo bailar. En el momento que se desenvuelve todo el piolín, el trompo queda girando.
El cordel con que se envuelve el trompo para hacerlo bailar, tiene a través del país diferentes nombres, entre ellos: lienza, huaraca, cachaillo, soga, soguilla, cuerda.
Para cogerlo, se recoge a lo copita, haciendo una pinza con los dedos índice y medio por debajo de su cuerpo; y a lo navaja, dándole con el canto de la mano un golpe y recibiéndolo en la palma.
Se habla de trompo suave sedita, el que se queda dormido en la palma de la mano; y del cucarro, el áspero, que hace un ruido por tener su púa distorsionada, similar en su ritmo, a los golpes del telegrafista cuando emite un mensaje en código morse. Y siguen los galleros, troyeros, paperos.
Entre los juegos están: el gallito, a los simples papes, la troya, círculo que se traza en el suelo para jugar; la palomita, que consiste en empujar una moneda a golpes con la púa del trompo y, mientras éste baila, sacarla afuera de la meta señalada.
El quiño, el quiñar, consiste en herir con la púa del trompo con que se juega, la cabeza de otro que está bailando o que está medio enterrado, esto último se llama quiñar con cama de la choca. Se divide el quiño en bravo y manso. Pierde el que recibe cierto número de púazos o quiñazos del ganador.
En Chile es ñique, cachada, quiñazo, quiño; del quechua quiñini, horadar, agujerear; Colombia, quin; Ecuador, cachada; Perú, quiña, quiñado, quiñadura; Venezuela, quines.
España. cachar.
El trompo después de haber soportado tan dura prueba, queda con las costillas rotas.
Se conocen algunos trompos caracterizados por sus formas como el pahuacha, ancho; y el pinina, pequeño, cónico.
Los abuelos chilenos recuerdan a famosos elaboradores de trompos.
En los actuales tiempos están los de fabricación industrial de hojalata y que bailan, por presión, al son de su propia música.
El trompo se encuentra entre los juegos temporales y siempre en las adivinanzas:
Hay otro trompo muy diferente llamado cuspe, el que carece de púa, no es más que un pequeño cono de madera que se hace bailar sobre la punta, es incapaz de perseverar en el baile.
Cuspe es también un trompo pequeño que se hace con el coquito de la palmera.
Frases en relación con el trompo abundan en el habla popular infantil, como éstas: agárrate trompo en l’uña, úsase en trance difícil; ser trompo de niques, ser el blanco de todos los tiros; y muchas sogas para un mismo trompo, varios interesados para un mismo cargo, haber muchos pretendientes a una cosa. Cuspe es una voz quechua chuspi, que quiere decir perinola. Hoy es un americanismo.
En Chile es corriente el dicho como cuspe, que se emplea para señalar al que se mueve con gran rapidez; salir cuspa, es salir muy ligero; cuspar, significa en los juegos de niños, correr a uno para pillarlo y pegarle.
Origen. Según antropólogos, el trompo parece que en un principio formó parte de un instrumento análogo al de uso actual, que se utilizaba para obtener fuego mediante el juego semirrotativo de un eje vertical, que frotaba en una madera horizontal.
Persio Flaco Aulio (34-62 d.j.c.) poeta romano, dijo que en su niñez tuvo mayor afición al trompo que al estudio; es mencionado en los escritos de Catón el mayor (Catón Marco Porcio, 234-147 a.j.c.), político e historiador; alusión al mismo aparece también en Ovidio, Callimuchus, y Virgilio habla de él en la Eneida.
Trompos hechos de barro fueron encontrados en el curso de unas excavaciones realizadas en Troya; otros han sido desenterrados en Pompeya.
El cordel con que se envuelve el trompo para hacerlo bailar, tiene a través del país diferentes nombres, entre ellos: lienza, huaraca, cachaillo, soga, soguilla, cuerda.
Para cogerlo, se recoge a lo copita, haciendo una pinza con los dedos índice y medio por debajo de su cuerpo; y a lo navaja, dándole con el canto de la mano un golpe y recibiéndolo en la palma.
Se habla de trompo suave sedita, el que se queda dormido en la palma de la mano; y del cucarro, el áspero, que hace un ruido por tener su púa distorsionada, similar en su ritmo, a los golpes del telegrafista cuando emite un mensaje en código morse. Y siguen los galleros, troyeros, paperos.
Entre los juegos están: el gallito, a los simples papes, la troya, círculo que se traza en el suelo para jugar; la palomita, que consiste en empujar una moneda a golpes con la púa del trompo y, mientras éste baila, sacarla afuera de la meta señalada.
El quiño, el quiñar, consiste en herir con la púa del trompo con que se juega, la cabeza de otro que está bailando o que está medio enterrado, esto último se llama quiñar con cama de la choca. Se divide el quiño en bravo y manso. Pierde el que recibe cierto número de púazos o quiñazos del ganador.
En Chile es ñique, cachada, quiñazo, quiño; del quechua quiñini, horadar, agujerear; Colombia, quin; Ecuador, cachada; Perú, quiña, quiñado, quiñadura; Venezuela, quines.
España. cachar.
El trompo después de haber soportado tan dura prueba, queda con las costillas rotas.
Se conocen algunos trompos caracterizados por sus formas como el pahuacha, ancho; y el pinina, pequeño, cónico.
Los abuelos chilenos recuerdan a famosos elaboradores de trompos.
En los actuales tiempos están los de fabricación industrial de hojalata y que bailan, por presión, al son de su propia música.
El trompo se encuentra entre los juegos temporales y siempre en las adivinanzas:
Para bailar me pongo la capa
porque sin capa no puedo bailar,
para bailar me quito la capa
porque con capa no puedo bailar.
Para bailar, yo me pongo la capa;
para bailar, me la vuelvo a sacar;
yo no puedo bailar con la capa,
sin la capa no puedo bailar.
Yo soy un gran bailarín,
para bailar me pongo la capa
y con la capa no puedo bailar,
y cuando bailo me saco la capa
y sin capa no puedo bailar.
No tengo pies ni manos,
bailar es mi destino,
en palma soy llevado
y entretengo a los niños.
No soy hombre ni muchacho,
ni tampoco bebo vino,
cuando me pongo a bailar,
me dicen que estoy borracho.
Hay otro trompo muy diferente llamado cuspe, el que carece de púa, no es más que un pequeño cono de madera que se hace bailar sobre la punta, es incapaz de perseverar en el baile.
Cuspe es también un trompo pequeño que se hace con el coquito de la palmera.
Frases en relación con el trompo abundan en el habla popular infantil, como éstas: agárrate trompo en l’uña, úsase en trance difícil; ser trompo de niques, ser el blanco de todos los tiros; y muchas sogas para un mismo trompo, varios interesados para un mismo cargo, haber muchos pretendientes a una cosa. Cuspe es una voz quechua chuspi, que quiere decir perinola. Hoy es un americanismo.
En Chile es corriente el dicho como cuspe, que se emplea para señalar al que se mueve con gran rapidez; salir cuspa, es salir muy ligero; cuspar, significa en los juegos de niños, correr a uno para pillarlo y pegarle.
Origen. Según antropólogos, el trompo parece que en un principio formó parte de un instrumento análogo al de uso actual, que se utilizaba para obtener fuego mediante el juego semirrotativo de un eje vertical, que frotaba en una madera horizontal.
Persio Flaco Aulio (34-62 d.j.c.) poeta romano, dijo que en su niñez tuvo mayor afición al trompo que al estudio; es mencionado en los escritos de Catón el mayor (Catón Marco Porcio, 234-147 a.j.c.), político e historiador; alusión al mismo aparece también en Ovidio, Callimuchus, y Virgilio habla de él en la Eneida.
Trompos hechos de barro fueron encontrados en el curso de unas excavaciones realizadas en Troya; otros han sido desenterrados en Pompeya.
12:42
Juego que se lleva a cabo con una soga más o menos larga, que la agitan dos niñas, una en cada extremo de ella, las niñas que sujetan los correspondientes extremos le dan vueltas y más vueltas, mientras otra u otras saltan por encima y bajo ella.
Las jugadoras entran en el juego por un extremo, se sitúan en el centro de la cuerda y saltan de manera que ésta les pase por debajo de los pies y por encima de la cabeza, para después salir del juego por el extremo contrario al que entraron. Y así se salta una y otra vez, por turnos, de uno en uno, ya que habiendo saltado la última de la fila de las jugadoras, vuelve a entrar en juego la primera. Cuando alguna falla, cambia su sitio por una de las que dan movimiento a la soga.
Tiene varias maneras de jugarse y siempre las niñas acompañan los movimientos o saltos con algunas letrillas las que, muchas veces, se han generado en los patios de los colegios.
Se conocen varias formas de saltar, las cuales tienen sus nombres, entre ellas la culebrita o cunita, llamada así porque se mueve el cordel haciéndolo ondular a ras del suelo y las niñas (os) saltan por encima; el chocolate, bate, bate, en el cual participan varias (os) usando una cuerda larga, la que se bate muy ligero.
Y repiten:
Las formas de entrar, saltar y salir tiene importancia.
Los movimientos, las agachadas, son acompañados con cantos y con indicaciones como éstas:
Versiones entregadas por doña Teresa Gangas. Santiago, Chile.
La niña Loreto Camilo Acevedo, de 10 años, informante, salta al cordel largo con esta versión:
La comba
Existe la cuerda individual, que es de tres metros, rematada en sus extremos con unos mangos de madera, que constituye un típico juguete, con el que se pueden hacer juegos de las más diversas combinaciones.
Origen. El saltar la cuerda era una práctica de agilidad que recomendaba Hipócrates (460-377 a.j.c.), médico griego llamado padre de la medicina.
Denominación.
Dispersión. Se juega en toda América.
Comentario. El juego de saltar la cuerda requiere movimiento y musicalidad. Se salta al compás de la canción. Sus características se adaptan mejor al temperamento femenino. Se práctica también por varones, la cuerda corta, especialmente por deportistas, individualmente, los que alcanzan cifras de asombro.
Las jugadoras entran en el juego por un extremo, se sitúan en el centro de la cuerda y saltan de manera que ésta les pase por debajo de los pies y por encima de la cabeza, para después salir del juego por el extremo contrario al que entraron. Y así se salta una y otra vez, por turnos, de uno en uno, ya que habiendo saltado la última de la fila de las jugadoras, vuelve a entrar en juego la primera. Cuando alguna falla, cambia su sitio por una de las que dan movimiento a la soga.
Tiene varias maneras de jugarse y siempre las niñas acompañan los movimientos o saltos con algunas letrillas las que, muchas veces, se han generado en los patios de los colegios.
Se conocen varias formas de saltar, las cuales tienen sus nombres, entre ellas la culebrita o cunita, llamada así porque se mueve el cordel haciéndolo ondular a ras del suelo y las niñas (os) saltan por encima; el chocolate, bate, bate, en el cual participan varias (os) usando una cuerda larga, la que se bate muy ligero.
Y repiten:
Bate, bate, chocolateLa comparación viene de la preparación del chocolate a la española batiéndolo muy fuerte para que dé espuma.
con harina y con tomate.
Bate, bate, chocolate
la bandera de combate.
Las formas de entrar, saltar y salir tiene importancia.
Los movimientos, las agachadas, son acompañados con cantos y con indicaciones como éstas:
Chascona
Chascona date
una vuelta.
Chascona salta
en un pie.
Chascona toca
el suelo.
Chascona sálete.
Al saltar la barca
Al pasar la barca
me dijo un barquero
qué niña tan linda
no tiene dinero.
Un, dos, tres,
Pedro, Juan y José,
lima, limita, limón,
rosa, clavel y botón,
sálete niña que vas a perder,
un, dos, tres.
Versiones entregadas por doña Teresa Gangas. Santiago, Chile.
La niña Loreto Camilo Acevedo, de 10 años, informante, salta al cordel largo con esta versión:
Manzanita del PerúDe aquí en adelante se cuenta hasta que la niña se equivoca al saltar. Ej. 1, 2, 3, etc. Y siguen otros:
Manzanita del Perú,
cuántos años tienes tú;
todavía no lo sé,
pero pronto lo sabré.
Arroyo claroLa niña que salta se agacha. Las dos que dan vueltas suben el cordel:
Arroyo, claro,
fuente serena,
quién lavó el pañuelo
saber quisiera.
Me lo ha lavado
una serrana,
que el río claro,
que corre el agua.
El corderito, leléDe esta versión española El cocherito leré, es la variante chilena:
El corderito, lelé
me dijo un día, lelé
que si quería, lelé
andar en coche, lelé
y yo le dije: lelé
con gran salero, lelé
—No quiero en coche, lelé
que me mareo, lelé.
El cocherito, leré,La algarabía no tiene fin:
me dijo anoche, leré,
que si quería, leré;
“pasiarme” en coche, leré,
yo le dije: leré,
con gran salero, leré,
—No quiero en coche, leré
que me mareo, leré.
Que una,Da media vuelta la niña sin dejar de saltar mientras las otras dos voltean la soga y repiten el final de la canción:
que dos,
que tres,
que dale la vuelta
del revés.
Que una,También se encuentran adivinanzas, una de ellas es.
que dos,
que tres,
que salte, niña
que vas a perder.
Un arco arriba,
y tú por debajo.
Un arco abajo,
pasas por encima
La comba
Existe la cuerda individual, que es de tres metros, rematada en sus extremos con unos mangos de madera, que constituye un típico juguete, con el que se pueden hacer juegos de las más diversas combinaciones.
Origen. El saltar la cuerda era una práctica de agilidad que recomendaba Hipócrates (460-377 a.j.c.), médico griego llamado padre de la medicina.
Denominación.
Argentina: Comba, cuerda, soga
Brasil: Pular-corda ou pula-corda
Cuba: Suiza
Chile: Saltar la cuerda
Perú: Saltar soga, el reloj (un juego concreto de soga)
Puerto Rico: Cuica
República Dominicana (Santo Domingo): Cuica
Uruguay: Cuerda
Venezuela: Mescate
Alemania, Seilspringen
Canadá: Illupik (esquimales)
España. Comba, gallo, seguir a la madre, tirasago (Aragón). Tirada de corda (Solsona, Cataluña), saga tira (resto de España), sokatira (País Vasco).
Italia: corda, Ros’ chetta
Portugal: Saltar à corda
Rumania: Sâriti coarda
Dispersión. Se juega en toda América.
Comentario. El juego de saltar la cuerda requiere movimiento y musicalidad. Se salta al compás de la canción. Sus características se adaptan mejor al temperamento femenino. Se práctica también por varones, la cuerda corta, especialmente por deportistas, individualmente, los que alcanzan cifras de asombro.
Este juguete es una bramadora de construcción casera, es decir, preparada por los niños. Se hace con un botón mediano, pasando un hilo por dos hoyuelos, y amarrándolo en las puntas, dejando el botón al medio.
Se juega tomando el hilo, de unos cuarenta centímetros, por los extremos y envolviéndolo en forma de trenza, luego se estira con las dos manos hacia los lados con suavidad y ritmo. El hilo hace de elástico y al acercar y separar las manos, se escucha un delicado ruido. Su girar produce un zumbido que semeja un runrún runrún, por lo que su nombre sería una voz onomatopéyica.
Otras veces el botón es reemplazado por tapas metálicas de botellas de bebidas o tapas de lata de tarros de café, cuando se juega con éstas, se hacen competencias con el objeto de superar en decibeles, el bramido del run-run contrincante. Al cortarse el hilo o bramante éstas saltan constituyendo un peligro.
En Chiloé, es de madera y tiene la forma de una rueda dentada.
En estos tiempos los hay de plásticos, como una caja circular de distintos colores y que se iluminan por tener pilas.
Origen. Existió de hueso en el Medioevo. En Suiza los hacen de madera, de un botón o de hueso.
Comentario. Run run es en Chile el nombre de una ave pequeña (Hymnops perspicillata andina) de plumaje totalmente negro, que vive en las tierras bajas, desde Coquimbo al sur, que se alimenta de insectos que caza al vuelo. Puede volar verticalmente hacia arriba y bajar de la misma forma, haciendo un ruido al cual debe su nombre.
En el habla se acostumbra decir hay un runrún, por rumor, habladurías.
El poeta chileno Andrés Sabella Gálvez (1912-1989), novelista, ensayista, dibujante que ha presentado numerosa poesía infantil, escribió esta prosa poemática: “Los niños hacen que el runrún vocifere o arrulle. Entre sus manos, la rodela cantadora es una personalidad. A veces impreca el runrún y, sin duda, su contrincante habrá de ser uno, sólo perceptible para su vista. Otras, melodiosamente, entona una cancioncita como para dormir el aire...
Cuando en conjunto hablan los runrunes. ¿no podríamos pensar que se está discutiendo el porvenir de los pájaros?
El pintor chileno, Pedro Lobos (1919-1968), que puso su inspiración al servicio de temas humildes, tomó el run run como motivo de una de sus pinturas y también encontramos el dibujo humorístico El peligroso Run Run, 1998 del pintor chileno Fernando Morales Jordan (1920).
Se juega tomando el hilo, de unos cuarenta centímetros, por los extremos y envolviéndolo en forma de trenza, luego se estira con las dos manos hacia los lados con suavidad y ritmo. El hilo hace de elástico y al acercar y separar las manos, se escucha un delicado ruido. Su girar produce un zumbido que semeja un runrún runrún, por lo que su nombre sería una voz onomatopéyica.
Otras veces el botón es reemplazado por tapas metálicas de botellas de bebidas o tapas de lata de tarros de café, cuando se juega con éstas, se hacen competencias con el objeto de superar en decibeles, el bramido del run-run contrincante. Al cortarse el hilo o bramante éstas saltan constituyendo un peligro.
En Chiloé, es de madera y tiene la forma de una rueda dentada.
En estos tiempos los hay de plásticos, como una caja circular de distintos colores y que se iluminan por tener pilas.
Origen. Existió de hueso en el Medioevo. En Suiza los hacen de madera, de un botón o de hueso.
Comentario. Run run es en Chile el nombre de una ave pequeña (Hymnops perspicillata andina) de plumaje totalmente negro, que vive en las tierras bajas, desde Coquimbo al sur, que se alimenta de insectos que caza al vuelo. Puede volar verticalmente hacia arriba y bajar de la misma forma, haciendo un ruido al cual debe su nombre.
En el habla se acostumbra decir hay un runrún, por rumor, habladurías.
El poeta chileno Andrés Sabella Gálvez (1912-1989), novelista, ensayista, dibujante que ha presentado numerosa poesía infantil, escribió esta prosa poemática: “Los niños hacen que el runrún vocifere o arrulle. Entre sus manos, la rodela cantadora es una personalidad. A veces impreca el runrún y, sin duda, su contrincante habrá de ser uno, sólo perceptible para su vista. Otras, melodiosamente, entona una cancioncita como para dormir el aire...
Cuando en conjunto hablan los runrunes. ¿no podríamos pensar que se está discutiendo el porvenir de los pájaros?
El pintor chileno, Pedro Lobos (1919-1968), que puso su inspiración al servicio de temas humildes, tomó el run run como motivo de una de sus pinturas y también encontramos el dibujo humorístico El peligroso Run Run, 1998 del pintor chileno Fernando Morales Jordan (1920).
12:36
Juego de niñas, antes que de muchachos. Éste consiste en ir sacando de ciertas divisiones horizontales y transversales dibujadas en el suelo, con una piedra redonda y plana, a la que se le da con un pie, llevando el otro en el aire y cuidando de no pisar en las rayas y de que no se detenga en ellas la piedra o el pedazo de baldosa común, que llaman luche y tejo, denominaciones que le pueden haber venido por haberse jugado con una pelotilla de luche, algácea (Ulva lactuca) o con un trozo de teja, tejo, otros lo denominan peletre o pella. Por extensión, en Chile se conoce también a este juego con el nombre de luche.
Los niños chilenos, en la actualidad, recurren a formas de su invención, especialmente en el campo, como las tapas metálicas de las botellas de bebidas gaseosas, a las tapas de las cajas de pasta de zapatos, a las cuales rellenan con barro.
Este juego adquiere muchas veces el nombre en relación con los esquemas que se dibujan. Y entonces se habla de jugar a la mariola, alemana, a lachilena, al caracol, al nuevo mundo, a la olla porotera, al avión, al cajón, a la pelota, a la casineta; al volantín, al cuadrado, al pan.
Origen. Era de antiguo conocido entre los griegos y egipcios. Los griegos lo llamaban delton que es la cuarta letra de su alfabeto y ascolias; los romanos juego del odre.
La investigadora Alice Bertha de Gomme, cree ver en el antiguo foro romano las líneas borrosas de los trazados de las antiguas rayuelas. Y dice Rodrigo Caro (1573-1647) que la aparición de este tipo de juego en Grecia, se debe a: [...] que Icario, padre de la ninfa Erigone, a quien por su gran justicia y equidad el dios Baco enseñó el uso de las vides para que él lo enseñase a los mortales, habiendo plantado, una hasta que estaba en flor, un desconocido cabrón se entró donde estaba y le comió frutos y hojas; Icario lleno de justa saña, por el malogro de su cuidado y su vid, mató al cabrón, e hincando el pellejo, del que le desnudó, pidió a sus compañeros que en venganza de su pecado todos saltasen sobre él con un solo pie, suspendido el otro, esto es a pie cojita. Fue tan alegre fiesta para ellos, ver caer unos y tenerse mal temblando, que esta risueña celebridad la transfirieron en fiestas y sacrificios del dios Baco.
Giuseppe Pitré (1843-1916), que se dedicó al estudio de las antigüedades históricas y literarias e hizo interesantes investigaciones sobre el folklore siciliano, cree que tiene su origen en las prácticas astrológicas de los antiguos. Piensa que los doce casilleros con que a veces se dibuja representan los doce signos del zodíaco y la piedra redonda con que se juega figura el sol que cuando llega al crepúsculo, muere.
María Cadilla de Martínez estima que desciende del juego que los romanos llamaban juego del odre, pues se jugaba con otros odres llenos de aceite que se ponían sobre el suelo y los muchachos saltaban sobre ellos en un solo pie. Más tarde, los odres fueron sustituidos por rayas trazadas sobre el suelo. Y ella dice que en Puerto Rico el juego se llama la peregrina, que quiere decir hacer un viaje raro, ya que los muchachos al ir de un cajón al otro, simbolizan una peregrinación.
La investigadora Alice Bertha de Gomme cree que el juego, más bien, representa el progreso del alma desde la tierra hasta el cielo a través de varios estados intermedios, ya que el nombre dado al casillero más alto es el de paraíso, gloria, o corona, mientras que los nombres de otros casilleros podrían corresponder a las ideas escatológicas prevalentes en los primeros días de la Cristiandad. Ha podido ocurrir —dice— que los cristianos adoptasen la idea general del antiguo juego pagano y que lo convirtieran en una alegoría del cielo con las creencias y los nombres cristianos, dividiéndolo en siete casilleros, como creían que el cielo estaba dividido.
Para el poeta uruguayo, Fernán Silva Valdés (1887-1995), tradicionalista, cultivador del gauchismo, autor de Poemas nativos, Poesías y leyendas para los niños y con preocupación por este juego, el símbolo de la rayuela es la vida terrena del hombre hasta su entrada en el cielo. Y cree que puede haber sido inventado por un monje receptor. Y este es el significado para el poeta gauchesco: Tres casilleros numerados del 1 al 3, luego otro igual con la D del descanso o descansa, como reza en el juego español.
Enseguida los 4 triángulos también numerados, que en tierras ibéricas se llamaban las campanas, y los cuales nosotros hemos modificado dándole otros nombres, según veremos más adelante. Y luego el infierno tan temido, para concluir en el cielo tan deseado.
Las tres divisiones por donde se comienza el juego, arrojando el tejo en la primera sacándolo con el pie saltando a la pata coja, representan la infancia, la juventud y la madurez del hombre; las tres etapas primeras de su vida. Enseguida, cumplidas estas etapas, viene el descanso, es decir, la vejez inactiva y contemplativa. Luego de la vejez, tenemos ante nosotros esos triángulos que hemos llamado campanas. Todo está muy claro como véis, siempre encuentra campanas el que va al cielo. Porque esa es la finalidad de la vida, dentro del concepto cristiano: la llegada al cielo, la salvación del alma y el temor al infierno.
Ahora, al jugar dentro de las campanas, a las cuales se va arrojando el tejo también por orden numérico, el niño se abre de piernas pisando el 2 y el3; da un salto, gira en el aire y cae describiendo media vuelta quedando parado nuevamente sobre los mismos números pero cambiando de pie, pues si antes de la vuelta pisaba con el derecho el 2 y con el izquierdo el 3, ahora ha quedado pisando con el derecho el 3 y el 2 con el izquierdo.
Desde su origen, este juego tiene su simbología: El niño luego de abrirse de miembros queda mirando todo el recorrido que acaba de hacer, es decir, el hombre, luego de acercarse a la muerte entre sones de campanas, abre su conciencia y su corazón y se coloca frente a toda su vida realizando el examen de sus actos, episodio que equivale a la confesión. En este punto del juego cabe agregar que el giro en el aire solía también hacerse en cruz, dando dos saltitos de un cuarto de vuelta cada uno, lo cual reafirma mi convicción de que el niño está simbolizando un aspecto religioso de la vida del hombre.
Y bien, ahora continuemos el juego y observemos que el jugador salta con el tejo el infierno, arrojándolo al cielo, llegado al cual ha terminado el partido. Vale decir, que el hombre, con el alma limpia de pecado, esquiva el infierno y llega a la mansión celestial, término de la vida del alma.
Denominación.
Existen sellos postales que representan este juego en: Argentina (1983), Irlanda (1989), Islandia (1989), Finlandia (1989), Isla de Mann (1989), San Marino (Serenísima República de San Marino) (1989).
Dispersión. Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela.
Difusión europea según Eduardo Menéndez, se extendería por los siguientes países: Albania, Alemania, República Checa, República Eslovaca, Escocia, España, Francia, Grecia, Holanda, Hungría, Inglaterra, Italia, Noruega, Portugal, Rusia, Suecia, Turquía, Yugoslavia.
Se halla en Abisinia (Etiopía), Australia, Borneo, Filipinas, Hawaii, India, Nueva Zelanda, Kirguizistán, Persia, Tangañika (región de Tanzanía).
Comentario. A Chile llegó este juego, según la tradición, traído por los misioneros jesuitas.
En la Argentina éste se introdujo en la época de la independencia. Y se puede comprobar que alcanza dimensiones rituales, lúdicos-astrológicas y lúdicos-religiosas.
Es un juego tradicional con degradaciones de ceremonias adultas.
Versiones sobre su origen corresponden a fiestas y sacrificios, a prácticas astrológicas, simbolización de una peregrinación, la ascensión del alma desde la tierra hasta el cielo, la vida terrestre del hombre hasta su entrada en el cielo.
El autor se hace un deber en declarar que debe el conocimiento más completo sobre la rayuela a Eduardo Menéndez, investigador argentino, autor deAproximaciones al estudio de un juego: la rayuela, análisis etnológico, en el que da un panorama preciso de la difusión del juego, propone una tipología y reseña las principales teorías respecto de su origen y relaciones, así como entrega algunas líneas de análisis.
El dibujante Lukas (Renzo Antonio Giovanni Pecchenino Raggi) (Ottone, Italia 1934 - Viña del Mar 1988) en su libro Sewell de la Mano de Lukas figura un dibujo que representa este juego. Se le dio la nacionalidad chilena por gracia en 1987.
Los niños chilenos, en la actualidad, recurren a formas de su invención, especialmente en el campo, como las tapas metálicas de las botellas de bebidas gaseosas, a las tapas de las cajas de pasta de zapatos, a las cuales rellenan con barro.
Este juego adquiere muchas veces el nombre en relación con los esquemas que se dibujan. Y entonces se habla de jugar a la mariola, alemana, a lachilena, al caracol, al nuevo mundo, a la olla porotera, al avión, al cajón, a la pelota, a la casineta; al volantín, al cuadrado, al pan.
Origen. Era de antiguo conocido entre los griegos y egipcios. Los griegos lo llamaban delton que es la cuarta letra de su alfabeto y ascolias; los romanos juego del odre.
La investigadora Alice Bertha de Gomme, cree ver en el antiguo foro romano las líneas borrosas de los trazados de las antiguas rayuelas. Y dice Rodrigo Caro (1573-1647) que la aparición de este tipo de juego en Grecia, se debe a: [...] que Icario, padre de la ninfa Erigone, a quien por su gran justicia y equidad el dios Baco enseñó el uso de las vides para que él lo enseñase a los mortales, habiendo plantado, una hasta que estaba en flor, un desconocido cabrón se entró donde estaba y le comió frutos y hojas; Icario lleno de justa saña, por el malogro de su cuidado y su vid, mató al cabrón, e hincando el pellejo, del que le desnudó, pidió a sus compañeros que en venganza de su pecado todos saltasen sobre él con un solo pie, suspendido el otro, esto es a pie cojita. Fue tan alegre fiesta para ellos, ver caer unos y tenerse mal temblando, que esta risueña celebridad la transfirieron en fiestas y sacrificios del dios Baco.
Giuseppe Pitré (1843-1916), que se dedicó al estudio de las antigüedades históricas y literarias e hizo interesantes investigaciones sobre el folklore siciliano, cree que tiene su origen en las prácticas astrológicas de los antiguos. Piensa que los doce casilleros con que a veces se dibuja representan los doce signos del zodíaco y la piedra redonda con que se juega figura el sol que cuando llega al crepúsculo, muere.
María Cadilla de Martínez estima que desciende del juego que los romanos llamaban juego del odre, pues se jugaba con otros odres llenos de aceite que se ponían sobre el suelo y los muchachos saltaban sobre ellos en un solo pie. Más tarde, los odres fueron sustituidos por rayas trazadas sobre el suelo. Y ella dice que en Puerto Rico el juego se llama la peregrina, que quiere decir hacer un viaje raro, ya que los muchachos al ir de un cajón al otro, simbolizan una peregrinación.
La investigadora Alice Bertha de Gomme cree que el juego, más bien, representa el progreso del alma desde la tierra hasta el cielo a través de varios estados intermedios, ya que el nombre dado al casillero más alto es el de paraíso, gloria, o corona, mientras que los nombres de otros casilleros podrían corresponder a las ideas escatológicas prevalentes en los primeros días de la Cristiandad. Ha podido ocurrir —dice— que los cristianos adoptasen la idea general del antiguo juego pagano y que lo convirtieran en una alegoría del cielo con las creencias y los nombres cristianos, dividiéndolo en siete casilleros, como creían que el cielo estaba dividido.
Para el poeta uruguayo, Fernán Silva Valdés (1887-1995), tradicionalista, cultivador del gauchismo, autor de Poemas nativos, Poesías y leyendas para los niños y con preocupación por este juego, el símbolo de la rayuela es la vida terrena del hombre hasta su entrada en el cielo. Y cree que puede haber sido inventado por un monje receptor. Y este es el significado para el poeta gauchesco: Tres casilleros numerados del 1 al 3, luego otro igual con la D del descanso o descansa, como reza en el juego español.
Enseguida los 4 triángulos también numerados, que en tierras ibéricas se llamaban las campanas, y los cuales nosotros hemos modificado dándole otros nombres, según veremos más adelante. Y luego el infierno tan temido, para concluir en el cielo tan deseado.
Las tres divisiones por donde se comienza el juego, arrojando el tejo en la primera sacándolo con el pie saltando a la pata coja, representan la infancia, la juventud y la madurez del hombre; las tres etapas primeras de su vida. Enseguida, cumplidas estas etapas, viene el descanso, es decir, la vejez inactiva y contemplativa. Luego de la vejez, tenemos ante nosotros esos triángulos que hemos llamado campanas. Todo está muy claro como véis, siempre encuentra campanas el que va al cielo. Porque esa es la finalidad de la vida, dentro del concepto cristiano: la llegada al cielo, la salvación del alma y el temor al infierno.
Ahora, al jugar dentro de las campanas, a las cuales se va arrojando el tejo también por orden numérico, el niño se abre de piernas pisando el 2 y el3; da un salto, gira en el aire y cae describiendo media vuelta quedando parado nuevamente sobre los mismos números pero cambiando de pie, pues si antes de la vuelta pisaba con el derecho el 2 y con el izquierdo el 3, ahora ha quedado pisando con el derecho el 3 y el 2 con el izquierdo.
Desde su origen, este juego tiene su simbología: El niño luego de abrirse de miembros queda mirando todo el recorrido que acaba de hacer, es decir, el hombre, luego de acercarse a la muerte entre sones de campanas, abre su conciencia y su corazón y se coloca frente a toda su vida realizando el examen de sus actos, episodio que equivale a la confesión. En este punto del juego cabe agregar que el giro en el aire solía también hacerse en cruz, dando dos saltitos de un cuarto de vuelta cada uno, lo cual reafirma mi convicción de que el niño está simbolizando un aspecto religioso de la vida del hombre.
Y bien, ahora continuemos el juego y observemos que el jugador salta con el tejo el infierno, arrojándolo al cielo, llegado al cual ha terminado el partido. Vale decir, que el hombre, con el alma limpia de pecado, esquiva el infierno y llega a la mansión celestial, término de la vida del alma.
Denominación.
Argentina: Gambeta, luche, rayuela, tejo, tilín, tuncuna, lucho, aeroplano,
Bolivia: Tuncuña, Tunkuña, T`unk`uña,
Brasil: Academia, cademia, amarelinha, aviao, caracol
Colombia: La golosa, coroza o caroza, rayuela
Costa Rica: Rayuela
Cuba: Arroz con pollo, quiriquiquí, quian disao, tejo
Chile: Luche, lucho, tejo, mariola, coxcojilla, reina mora, infernáculo
Ecuador: Rayuela, ficha
El Salvador: Peregrina
Guatemala: Tejo
Honduras: Rayuela
México: Tejo pijeje
Nicaragua: Rayuela
Panamá: Corcojita, rayuela
Paraguay: Descanso, rayuela
Perú: Mundo, rayuela, changala (chanca, en quechua es pierna y changala, viene de eso, el que tiene las piernas abiertas)
Puerto Rico: Peregrina, rayuela
República Dominicana: (Santo Domingo) Peregrina, trucamelo
Uruguay: Rayuela, teja
Venezuela: Rayuela, la grulla, la vieja.
España. Tiene nombres diferentes según los lugares, así están: calajanso, calderón, coroza, coxcox, coxcojilla, cruceta, chinche, escanchuela, futi, infernáculo, monet. palet, pata coja, pico, pique, pitajuelo, rayuela, reina mora, tejo, teta, toldas, trillo, truco, truquemele, xarranca.
Italia, Sergio Hernández de Soto, da los siguientes nombres que corresponden a distintos lugares: la campana, nnicchi lupalusu, a franza, il trucciono, el campanon, el mond, a estrittula, al mont o mond a sciancarella, la settimana.
Albania: Kambegithkuri, Templehupfen
Alemania: Munzenwurfspiel, Hinkspiel, Himer an hölle.
Australia: Hopscotch.
Bélgica: Hinkelen ( Región de Flandes)
Eslovaquia: Skôlka, skákana, sklièko
Estados Unidos: Hopscotch.
Filipinas: Banbuan or piko.
Finlandia: Hoppa morsgryta.
Francia: Marelle
Grecia. Koutso
Haití. Marelles
Hawaii: Ki-no-a
Holanda: Hinkelen
Hungría: Icka, iskola
India: Paryani, Ikri dukri
Indonesia: Sondah
Inglaterra: Hopscotch.
Marruecos: Edfar azrod
Países Bajos: Hinkelbann
Portugal: Jogo do homen, jogo da mulher, macaca, da macaca, do diablo, do Homen morto, da gargalo, da cuadrado, do truque, pulgarcillo.
Rumania: Sotronul
Suecia: Hoppa hage.
Yugoslavia: Samonoge-igre.
Existen sellos postales que representan este juego en: Argentina (1983), Irlanda (1989), Islandia (1989), Finlandia (1989), Isla de Mann (1989), San Marino (Serenísima República de San Marino) (1989).
Dispersión. Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela.
Difusión europea según Eduardo Menéndez, se extendería por los siguientes países: Albania, Alemania, República Checa, República Eslovaca, Escocia, España, Francia, Grecia, Holanda, Hungría, Inglaterra, Italia, Noruega, Portugal, Rusia, Suecia, Turquía, Yugoslavia.
Se halla en Abisinia (Etiopía), Australia, Borneo, Filipinas, Hawaii, India, Nueva Zelanda, Kirguizistán, Persia, Tangañika (región de Tanzanía).
Comentario. A Chile llegó este juego, según la tradición, traído por los misioneros jesuitas.
En la Argentina éste se introdujo en la época de la independencia. Y se puede comprobar que alcanza dimensiones rituales, lúdicos-astrológicas y lúdicos-religiosas.
Es un juego tradicional con degradaciones de ceremonias adultas.
Versiones sobre su origen corresponden a fiestas y sacrificios, a prácticas astrológicas, simbolización de una peregrinación, la ascensión del alma desde la tierra hasta el cielo, la vida terrestre del hombre hasta su entrada en el cielo.
El autor se hace un deber en declarar que debe el conocimiento más completo sobre la rayuela a Eduardo Menéndez, investigador argentino, autor deAproximaciones al estudio de un juego: la rayuela, análisis etnológico, en el que da un panorama preciso de la difusión del juego, propone una tipología y reseña las principales teorías respecto de su origen y relaciones, así como entrega algunas líneas de análisis.
El dibujante Lukas (Renzo Antonio Giovanni Pecchenino Raggi) (Ottone, Italia 1934 - Viña del Mar 1988) en su libro Sewell de la Mano de Lukas figura un dibujo que representa este juego. Se le dio la nacionalidad chilena por gracia en 1987.
12:34
Este juego consta de unos mazos de madera de 40 centímetros de alto por 6 centímetros de diámetro, labrados en forma cónica y pintados de diferentes colores.
Se usan nueve palitroques que se colocan sobre el suelo, de modo que formen tres hileras equidistantes. En la mitad de la distancia que los separa, se ubica el noveno que es de tamaño más grande que el resto.
Los jugadores se dividen en dos bandos y a determinada distancia, pueden ser 8 metros, procurando con una bola de madera de 15 centímetros de diámetro, derribarlos.
Se rifa la partida. Alternadamente juega cada jugador o bando. El que voltea mayor cantidad de palitroques, logra reunir el mayor número de puntos y es el vencedor.
En Chile hay dos o tres variantes, la que juegan los niños y la de los adultos. Los niños lo hacen con unos palitroques especiales y no necesitan la cancha que exige esta entretención.
En el pasado este juego era muy corriente en las Fiestas Patrias. El suelo de tierra se emparejaba, se colocaban tablas laterales y con ello quedaba armada la cancha. En un extremo se paraban unos maderos rústicos los que, con una bola de madera, se trataba de voltear. En las apuestas, se cobraba diez centavos por los nones y algo más por los pares.
Por lo general, estas canchas de palitroque se establecían en los alrededores de las fondas y transcurrían tardes enteras en torno a esta diversión.
Origen. El juego de bolos se remonta a los tiempos mitológicos. En la Ilíada de Homero, se narra cómo jugando a los bolos o juegos de Procos,dirimieron su querella los pretendientes de Penélope.
Según lo refiere Rodrigo Caro (1573-1647), Penélope tuvo durante la ausencia de Ulises, ciento ocho pretendientes. Éstos, durante esa larga espera, se entretenían jugando, pero no les agradaba la dama ni el ajedrez, sino los bolos que era como se llamaba por entonces el juego de los Procos.
Los ciento ocho príncipes pretendientes se dividieron en dos bandos tantos a tantos y acordaron otros tantos cilindros o bolos fronteros entre unos y otros, de manera que a cada parte estaban cincuenta y cuatro jugadores; dejaron vacío el espacio que estaba en medio y aquí pusieron un bolo, al cual llamaron Penélope. A éste hacían escopio y blanco para tirarle, después a quien tocaba la suerte, era el que primero tiraba para darle; si alguno le acertaba y aventaba otro bolo, lo ponían en lugar de la Penélope que, había derribado y, luego, en habiendo vuelto a poner a Penélope en el lugar que tenía, volvía a tirar el segundo tiro y, si alguno sin tocar a los otros bolos más veces derribaba a Penélope, éste era el vencedor y todos le daban buenas esperanzas que se casaría con la verdadera Penélope, la de carne y huesos, deseada y pretendida por todos. Éste es en sustancia el juego de los Procos.
Denominación.
En Roma se llamaba cindalismo, que significaba juego de bolos.
En el siglo XVI, en España, se conocía con el nombre de bolillo.
Los niños aragoneses lo denominan birlas.
Dispersión. América.
Comentario. En España era ya practicado en 1400.
En las obras de los clásicos castellanos del 1500 al 1700 se encuentran con frecuencia referencias al juego de los bolos el cual, si bien era una diversión del pueblo, no lo desdeñaban los caballeros.
Que en tiempos de Cervantes era común en España el juego de bolos, lo evidencia la feliz comparación que inserta este autor en el Coloquio de los perros.
En América se encuentra como transporte de la conquista, en el siglo XVI. Informa Emilia Romero que en Perú lo introdujeron los primeros conquistadores, y relata que el capitán español conquistador del Perú, Francisco Pizarro (1475-1541), fue muy aficionado a jugar bolos. Agrega que según Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, “algunas veces se estaba jugando a la bola todo el día”.
Garcilaso de la Vega y Vargas, capitán de los Pizarro, recitaba versos, bebía sin tasa, jugaba a los dados, tiraba las cartas y todo lo suyo se pagaba en oro, y audacia por audacia.
Se unió con una nieta del Inca Tupac Yupanqui, de esta fusión nació Garcilaso de la Vega Inca (1540-1616), historiador, autor de Comentarios Reales, del que puede decirse que no existe documento más verídico acerca de cómo eran, vivían y pensaban los incas.
Asimismo, una discusión por este juego causó la muerte del Inca Manco II, quien, en su retiro de Vilcabamba, había mandado hacer un juego de bolos para entretenerse con los españoles que se habían refugiado cerca de él después de la derrota de Almagro. El Inca Manco II era hermano de Huáscar, había sido coronado por Pizarro, sublevándose después. A él se le atribuye la fundación de la ciudad de Machu Picchu. Pues bien, al suscitarse una discusión entre él y Gómez Pérez por el juego, este último que era muy violento, levantó la bola que tenía en la mano y le dio con ella en la cabeza al Inca, quien quedó gravemente herido.
Se usan nueve palitroques que se colocan sobre el suelo, de modo que formen tres hileras equidistantes. En la mitad de la distancia que los separa, se ubica el noveno que es de tamaño más grande que el resto.
Los jugadores se dividen en dos bandos y a determinada distancia, pueden ser 8 metros, procurando con una bola de madera de 15 centímetros de diámetro, derribarlos.
Se rifa la partida. Alternadamente juega cada jugador o bando. El que voltea mayor cantidad de palitroques, logra reunir el mayor número de puntos y es el vencedor.
En Chile hay dos o tres variantes, la que juegan los niños y la de los adultos. Los niños lo hacen con unos palitroques especiales y no necesitan la cancha que exige esta entretención.
En el pasado este juego era muy corriente en las Fiestas Patrias. El suelo de tierra se emparejaba, se colocaban tablas laterales y con ello quedaba armada la cancha. En un extremo se paraban unos maderos rústicos los que, con una bola de madera, se trataba de voltear. En las apuestas, se cobraba diez centavos por los nones y algo más por los pares.
Por lo general, estas canchas de palitroque se establecían en los alrededores de las fondas y transcurrían tardes enteras en torno a esta diversión.
Origen. El juego de bolos se remonta a los tiempos mitológicos. En la Ilíada de Homero, se narra cómo jugando a los bolos o juegos de Procos,dirimieron su querella los pretendientes de Penélope.
Según lo refiere Rodrigo Caro (1573-1647), Penélope tuvo durante la ausencia de Ulises, ciento ocho pretendientes. Éstos, durante esa larga espera, se entretenían jugando, pero no les agradaba la dama ni el ajedrez, sino los bolos que era como se llamaba por entonces el juego de los Procos.
Los ciento ocho príncipes pretendientes se dividieron en dos bandos tantos a tantos y acordaron otros tantos cilindros o bolos fronteros entre unos y otros, de manera que a cada parte estaban cincuenta y cuatro jugadores; dejaron vacío el espacio que estaba en medio y aquí pusieron un bolo, al cual llamaron Penélope. A éste hacían escopio y blanco para tirarle, después a quien tocaba la suerte, era el que primero tiraba para darle; si alguno le acertaba y aventaba otro bolo, lo ponían en lugar de la Penélope que, había derribado y, luego, en habiendo vuelto a poner a Penélope en el lugar que tenía, volvía a tirar el segundo tiro y, si alguno sin tocar a los otros bolos más veces derribaba a Penélope, éste era el vencedor y todos le daban buenas esperanzas que se casaría con la verdadera Penélope, la de carne y huesos, deseada y pretendida por todos. Éste es en sustancia el juego de los Procos.
Denominación.
Argentina: Palitroque
Chile: Palitroque
Perú: Herrón (¿de hierro?), bolos, palitroque
Venezuela: El bolo.
España: Bolos, bilros, birllas, bitlles, quilles, quitlles, mirlos, palistroc.
Estados Unidos: Carved sticks
En Roma se llamaba cindalismo, que significaba juego de bolos.
En el siglo XVI, en España, se conocía con el nombre de bolillo.
Los niños aragoneses lo denominan birlas.
Dispersión. América.
Comentario. En España era ya practicado en 1400.
En las obras de los clásicos castellanos del 1500 al 1700 se encuentran con frecuencia referencias al juego de los bolos el cual, si bien era una diversión del pueblo, no lo desdeñaban los caballeros.
Que en tiempos de Cervantes era común en España el juego de bolos, lo evidencia la feliz comparación que inserta este autor en el Coloquio de los perros.
En América se encuentra como transporte de la conquista, en el siglo XVI. Informa Emilia Romero que en Perú lo introdujeron los primeros conquistadores, y relata que el capitán español conquistador del Perú, Francisco Pizarro (1475-1541), fue muy aficionado a jugar bolos. Agrega que según Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, “algunas veces se estaba jugando a la bola todo el día”.
Garcilaso de la Vega y Vargas, capitán de los Pizarro, recitaba versos, bebía sin tasa, jugaba a los dados, tiraba las cartas y todo lo suyo se pagaba en oro, y audacia por audacia.
Se unió con una nieta del Inca Tupac Yupanqui, de esta fusión nació Garcilaso de la Vega Inca (1540-1616), historiador, autor de Comentarios Reales, del que puede decirse que no existe documento más verídico acerca de cómo eran, vivían y pensaban los incas.
Asimismo, una discusión por este juego causó la muerte del Inca Manco II, quien, en su retiro de Vilcabamba, había mandado hacer un juego de bolos para entretenerse con los españoles que se habían refugiado cerca de él después de la derrota de Almagro. El Inca Manco II era hermano de Huáscar, había sido coronado por Pizarro, sublevándose después. A él se le atribuye la fundación de la ciudad de Machu Picchu. Pues bien, al suscitarse una discusión entre él y Gómez Pérez por el juego, este último que era muy violento, levantó la bola que tenía en la mano y le dio con ella en la cabeza al Inca, quien quedó gravemente herido.
12:32
Un niño vuelto hacia la pared con los ojos cerrados y cubierta la cara con las manos, cuenta en voz alta, pausadamente, de diez en diez, hasta cien y, al pronunciar el último número, 10 ó 15 niños deben estar escondidos. Él sale a buscarlos, al que primero descubre, ése se convierte en buscador.
También se efectúa entre varios niños y niñas. Uno de ellos se esconde, y los demás tratan de encontrarlo, aquel que lo consigue gana la partida.
Naturalmente, el escondite se juega en un jardín, en un sitio que ofrezca donde esconderse. Se trata de ocultarse sin que sea fácil descubrirlo.
Origen. En la antigua Grecia se llamaba la huida. En el siglo XVI se encuentra citado en Memorial de un pleito con el nombre de sal salero, vendrás caballero.
Denominación.
Dispersión. Argentina, Bolivia, Cuba, Chile, Ecuador, Honduras, México, Perú, Puerto Rico, El Salvador.
Comentario. A veces el juego se realiza en parejas, un niño y una niña, y se busca el lugar oculto y retirado, para que sea demorado su encuentro. El lugar o sitio secreto, tiene cierta atracción, hay una intención lúdico-amorosa infantil.
Consultados algunos adultos que lo jugaron en su infancia, dijeron haber realizado este juego ya oscuro, al caer la noche y haberse escondido en pareja.
En el Chile antiguo era creencia de las madres del pueblo que el niño que jugaba a las escondidas después de las nueve de la noche, encontraba al diablo en el sitio que elegía.
El pintor chileno Fernando Morales Jordan (1920), tiene un dibujo humorístico Jugando a las escondidas, 1998.
También se efectúa entre varios niños y niñas. Uno de ellos se esconde, y los demás tratan de encontrarlo, aquel que lo consigue gana la partida.
Naturalmente, el escondite se juega en un jardín, en un sitio que ofrezca donde esconderse. Se trata de ocultarse sin que sea fácil descubrirlo.
Origen. En la antigua Grecia se llamaba la huida. En el siglo XVI se encuentra citado en Memorial de un pleito con el nombre de sal salero, vendrás caballero.
Denominación.
Argentina: Escondida, escondite, escondido, el pacaco, piedra libre para mí
Bolivia: Tuja
Chile: Escondidas, el escondido, ellkamun (entre los niños mapuches)
Ecuador: Escondidas
El Salvador: Cucumbé.
Honduras: Cucumbé
México: Escondidillas, roña
Perú: Los escondidos, escondidas, ampu
Puerto Rico: Sal salero o la mula de Pedro, los galgos
Venezuela: Escondite
Alemania: Verstecken
Emiratos Arabes Unidos: Al laabeda
España: El escondite, escondirete, escondrillo, escodecucas, cuit-amagar o cuit a amagar (Cataluña)
Estados Unidos: Hide and seek
Filipinas: Taguan
Francia: Jeu de caché-caché, el cut
Grecia: Kryfto
India (Isla de Goa): Appa lipa>
Indonesia: Sorok-sorok
Inglaterra: Hide and seek. Halalio (Liverpool)
Italia : Nascondino
Marruecos: Nuffar, Arguor, Tuarigz
Rumania: De–a v-ati ascunselea
Senegal: Lagan buri
Suecia: Kurra gömma
Dispersión. Argentina, Bolivia, Cuba, Chile, Ecuador, Honduras, México, Perú, Puerto Rico, El Salvador.
Comentario. A veces el juego se realiza en parejas, un niño y una niña, y se busca el lugar oculto y retirado, para que sea demorado su encuentro. El lugar o sitio secreto, tiene cierta atracción, hay una intención lúdico-amorosa infantil.
Consultados algunos adultos que lo jugaron en su infancia, dijeron haber realizado este juego ya oscuro, al caer la noche y haberse escondido en pareja.
En el Chile antiguo era creencia de las madres del pueblo que el niño que jugaba a las escondidas después de las nueve de la noche, encontraba al diablo en el sitio que elegía.
El pintor chileno Fernando Morales Jordan (1920), tiene un dibujo humorístico Jugando a las escondidas, 1998.
12:30
El volantín es un pasatiempo preferido en Chile. A los chilenos les gusta hacer sus propios volantines de la madera de balsa y del papel de tejido fino.
Éstos entonces se unen a los carretes grandes de la cuerda como ves en la foto. Una competición que juega la gente es intentar a cortar el hilo del volantín de otra persona y ganar lo que se llama la comisión. Esto se consigue con la fricción de los hilos. Finalmente el volantín libre es perseguido por niños y adultos. Quien lo atrapa se adjudica el volantín. Los volantines son muy populares durante las Fiestas Patrias...
Es un juguete de madera con púa de metal y desde esta punta se enrolla una lienza o cuerda. Después de haber enrollado todo el hilo, el trompo es lanzado con fuerza para hacerlo girarse. Los niños juegan con sus trompos en las calles. Algunos juegos incluyen el de intentar mantener el trompo girando en un círculo definido mientras otros lanzan sus trompos y intentan golpear el tuyo y empujarlo fuera del círculo.
El emboque es un juguete de madera con forma de esfera o campana con un agujero de cuatro a cinco centímetros de profundidad. De su cuerpo sale un cordón delgado en cuyo extremo tiene amarrado un madero o palito que habrá que tratar de meter al agujero del emboque. El juego consiste en tomar el madero de forma vertical con una mano, de manera que el emboque quede colgando. El emboque tiene que ser lanzado al aire. La idea es que el madero logre entrar al agujero. Uno quiere ver cuantas veces puede lograr este emboque. ¡Puede ser un gran desafío!
12:26
Cuerda fuerte que se ata por sus dos extremos a un punto elevado, a fin de que en la concavidad o seno formado en el medio, se pueda sentar alguien y, asiéndose con ambas manos a los dos ramales, pueda mecerse por impulso propio o ajeno.
En la época actual, el columpio es un juego necesario y no hay un solo jardín o plaza de juegos infantiles que no tenga una división de ellos: columpios tipo silla cerrada para los párvulos, en los cuales quedan muy bien resguardados; y otro para niños mayores. Hay columpios tipos canasto y también de neumáticos reciclados, con forma de caballo, llamado Pegaso, (Santiago de Chile). Ver http://www.polarity.com/lunarity
En Argentina, según Eduardo M[artínez] Torner (1888-1955), autor de El folklore en la escuela, antes de comenzar el juego se concierta entre las niñas que han de tomar parte, el número de vaivenes que antecederán al canto: diez, quince, veinte, etc. La niña que empuja lo va contando y luego entona la canción hasta llegar al diálogo que establece con la que se está meciendo. El canto y el diálogo han de ir acordados rítmicamente con los movimientos del columpio:
El columpio está unido a los ritos religiosos, era una ceremonia mediante la cual liberábase a las almas del purgatorio, lo mismo que favorecería el crecimiento de las mieses.
Los brahamanes, creían que cuanto más alto subiesen al columpiarse, más alto crecería el arroz, pues la ceremonia se describe como un festival de la recolección.
El columpio era practicado por los letones de Rusia con la intención declarada de influir en el crecimiento de las mieses. Entre la Pascua de Resurrección y el día de San Juan, se dice que todos los rústicos letones dedicaban sus horas de ocio a columpiarse diligentemente; cuanto más se elevaban por los aires, más alto crecería el lino en dicha estación.
Denominación.
Argentina: Hamaca
Chile, Columpio
Perú: Columpio
Alemania: Shaukel
España: Columpio, gronxador (Cataluña)
Estados Unidos: Swings
Dispersión. Se juega en todos los países americanos.
Comentario. En Argentina, en las regiones de Salta y Jujuy, el día 1 de noviembre, se practica con el objeto de sacar almas del purgatorio. En esta ceremonia fúnebre-religiosa, un grupo de personas se reúne a la sombra de un coposo árbol, en el que instalan un columpio que sirve para buscar las almas, ya que en él se monta un joven que al balancearse obtiene hojas de la parte más alta del árbol, simbolizando cada hojita el rescate de un alma.
En Bolivia, en los pueblos de Cochabamba, en la conmemoración del mes de noviembre, los indios, realizan este ritual, en obsequio de las almas, con ánimo de despedirlas. A fin de que se retiren satisfechas a la mansión eterna, en grupo arman columpios, asegurados a las ramas de árboles altos y firmes, al que suben a las mujeres por turno, dando preferencia a las jóvenes, quienes deben mecerse veloces y a gran elevación.
El poeta, parlamentario y diplomático chileno Julio Barrenechea Pino (19l0-1979), Premio Nacional de Literatura 1960, vio con su sensibilidad que los cordeles del columpio tocan el azul final:
Columpios
El columpio ha sido celebrado en la pintura por el español Francisco José Goya y Lucientes (1746-1828) y por los pintores franceses Jean Honoré Fragonard (1723-1806), Gustave Moreau (1826-1989), Pierre Auguste Renoir (1841-1919) con su obra El columpio (1875) que está en el Museo de Orsay (París), Raymond Auguste de Monvoisin (1790-1870) quien captó la psicología nacional, dejando entre sus obras El Columpio el cual es propiedad del Museo Nacional de Bellas Artes de Chile y el pintor español Emilio Salas Francés (Alcoy, Alicante 1850 - Madrid 1910) tiene un boceto al óleo en la colección de Hispanic Society of America, que se pudo ver el año 2000 en Madrid en la exposición de Goya a Zuluaga.
También el chileno Francisco Javier Mandiola (1820-1900), discípulo de Monvoisin y de Alessandro Cicarelli Mencori, tiene entre sus obras una intituladas, precisamente, El Columpio. En escultura lo ha realizado Iván Daiber Vuillemin (1955), arquitecto de la Universidad de Chile, realizado para una sala didáctica del Museo Nacional de Bellas Artes (Santiago, Chile) se llama Columpio-Pez.
En la época actual, el columpio es un juego necesario y no hay un solo jardín o plaza de juegos infantiles que no tenga una división de ellos: columpios tipo silla cerrada para los párvulos, en los cuales quedan muy bien resguardados; y otro para niños mayores. Hay columpios tipos canasto y también de neumáticos reciclados, con forma de caballo, llamado Pegaso, (Santiago de Chile). Ver http://www.polarity.com/lunarity
En Argentina, según Eduardo M[artínez] Torner (1888-1955), autor de El folklore en la escuela, antes de comenzar el juego se concierta entre las niñas que han de tomar parte, el número de vaivenes que antecederán al canto: diez, quince, veinte, etc. La niña que empuja lo va contando y luego entona la canción hasta llegar al diálogo que establece con la que se está meciendo. El canto y el diálogo han de ir acordados rítmicamente con los movimientos del columpio:
Eche usted la despedida(Hablado).
por la noche y por el día.
Los galanes a la puerta,
la mesa no está compuesta.
El pucherito a la lumbre,
que retumbe, que retumbe.
Tanto como retumbó,
el puchero se quebró.
Ya vienen las monjas
cargadas de toronjas.
Ya vienen los frailes,
cargados de costales.
Vienen las madamas
cargadas de manzanas
y los caballeros
con membrillos peros.
—¿Dónde estás?Las niñas van meciéndose sucesivamente en el orden que les haya tocado en suerte. La segunda mece a la primera; la tercera a la segunda, etc.
—¿Qué comiste?
—Pajarilla.
—¿Te supo bien?
—Como la miel.
—¿Te supo mal?
—Como la sal.
—Bájate, bájate,
que me quiero columpiar.
Anoche a la una(Hablado).
cuando me desperté,
desperté asustada
de lo que soñé. Soñé que a mi lado
había un herrero
que le relucían
anillos en el dedo.
Ábreme la puerta
y cierra el postigo;
dame tu pañuelo,
que vengo herido.
Si vienes herido,
véte al hospital;
allí hay cirujanos
que te curarán.
A una,También se encuentran adivinanzas, una de ellas es
a dos,
a tres,
a cuatro.
Deja el columpio;
saltito y abajo.
Tengo cadenas sin ser preso,Origen. Griegos y romanos practicaban este juego. De Grecia pasó a Italia.
si me empujas, voy y vengo;
en los jardines y parques,
muchos niños entretengo
El columpio está unido a los ritos religiosos, era una ceremonia mediante la cual liberábase a las almas del purgatorio, lo mismo que favorecería el crecimiento de las mieses.
Los brahamanes, creían que cuanto más alto subiesen al columpiarse, más alto crecería el arroz, pues la ceremonia se describe como un festival de la recolección.
El columpio era practicado por los letones de Rusia con la intención declarada de influir en el crecimiento de las mieses. Entre la Pascua de Resurrección y el día de San Juan, se dice que todos los rústicos letones dedicaban sus horas de ocio a columpiarse diligentemente; cuanto más se elevaban por los aires, más alto crecería el lino en dicha estación.
Denominación.
Argentina: Hamaca
Chile, Columpio
Perú: Columpio
Alemania: Shaukel
España: Columpio, gronxador (Cataluña)
Estados Unidos: Swings
Dispersión. Se juega en todos los países americanos.
Comentario. En Argentina, en las regiones de Salta y Jujuy, el día 1 de noviembre, se practica con el objeto de sacar almas del purgatorio. En esta ceremonia fúnebre-religiosa, un grupo de personas se reúne a la sombra de un coposo árbol, en el que instalan un columpio que sirve para buscar las almas, ya que en él se monta un joven que al balancearse obtiene hojas de la parte más alta del árbol, simbolizando cada hojita el rescate de un alma.
En Bolivia, en los pueblos de Cochabamba, en la conmemoración del mes de noviembre, los indios, realizan este ritual, en obsequio de las almas, con ánimo de despedirlas. A fin de que se retiren satisfechas a la mansión eterna, en grupo arman columpios, asegurados a las ramas de árboles altos y firmes, al que suben a las mujeres por turno, dando preferencia a las jóvenes, quienes deben mecerse veloces y a gran elevación.
El poeta, parlamentario y diplomático chileno Julio Barrenechea Pino (19l0-1979), Premio Nacional de Literatura 1960, vio con su sensibilidad que los cordeles del columpio tocan el azul final:
Columpios
Columpios con niños al atardecer
al cielo lo aleja y acerca el vaivén.
Rama del columpio nerviosa y jovial.
Los niños se cimbran de modo frutal.
Los cordeles tocan el azul final.
Los niños regresan de la inmensidad.
Hay un aire tenso, cerros sin andar,
árboles parados, agua sin variar.
Los niños le prestan su fuerza infantil
y todo el paisaje se pone a vivir.
Aire, cerros, árboles, agua sin variar,
merced al columpio se dan a bailar.
Todo lo que inmóvil parecía estar
dentro de mí juega como un malabar.
Y yo sin moverme me dejo mecer en este columpio del atardecer.
El columpio ha sido celebrado en la pintura por el español Francisco José Goya y Lucientes (1746-1828) y por los pintores franceses Jean Honoré Fragonard (1723-1806), Gustave Moreau (1826-1989), Pierre Auguste Renoir (1841-1919) con su obra El columpio (1875) que está en el Museo de Orsay (París), Raymond Auguste de Monvoisin (1790-1870) quien captó la psicología nacional, dejando entre sus obras El Columpio el cual es propiedad del Museo Nacional de Bellas Artes de Chile y el pintor español Emilio Salas Francés (Alcoy, Alicante 1850 - Madrid 1910) tiene un boceto al óleo en la colección de Hispanic Society of America, que se pudo ver el año 2000 en Madrid en la exposición de Goya a Zuluaga.
También el chileno Francisco Javier Mandiola (1820-1900), discípulo de Monvoisin y de Alessandro Cicarelli Mencori, tiene entre sus obras una intituladas, precisamente, El Columpio. En escultura lo ha realizado Iván Daiber Vuillemin (1955), arquitecto de la Universidad de Chile, realizado para una sala didáctica del Museo Nacional de Bellas Artes (Santiago, Chile) se llama Columpio-Pez.
12:25
Con el conquistador don Pedro de Valdivia (c. 1502-c.1554) y sus soldados llegaron 75 caballos, entre potros y yeguas, para los cuales luego se habilitaron sitios para su cuidado y cría.
En los alrededores de Santiago de Nuevo Extremo, Valdivia hizo construir un gran cercado donde colocó a los potros bajo cuidadores, pagados por la ciudad. Criar potros por esos años era una espléndida recomendación para solicitar cualquiera merced ante el rey.
Así las cosas, en 1545 ya se encuentran disposiciones y multas para los propietarios que dejen pastar libremente a los animales, o para los que tomen caballos o yeguas ajenos. Por ese año, se contaba con un número de cincuenta yeguas.
Como el aumento del ganado caballar fuera notorio, se usaron las marcas de fuego, las que se registraban en un libro del Cabildo.
En 1553, ya hay necesidad de establecer penas y se dictó una ley bárbara, como era la de cortar la mano al indio que apedrease o flechase a una yegua.
En el mes de abril de 1553, el Cabildo otorgó un permiso al Capitán Gaspar de Orense, para rifar públicamente un potro, una yegua, un macho y una mula.
En octubre de 1556, el Cabildo dispuso que el día de San Andrés se hiciese un rodeo en la plaza pública, para contar los animales y examinar las marcas.
Después los caballos llenaron la vida deportiva. Las carreras de a caballo con apuestas constituían las delicias de los españoles.
La Iglesia, por el año 1748, criticaba este juego diciendo que “las carreras de caballo que en todas las calles se frecuentan más parecen fiestas bacanales”.
El 17 de julio de 1785 se reglamentan las carreras ecuestres y se dan las normas respecto a las apuestas, a la forma de correr, a los días que deben realizarse, sobre los jueces y sus atribuciones. Estas disposiciones las establece don Ambrosio Benavides Medina, quien había llegado a Chile por el año 1780 para hacerse cargo de la gobernación del país, función que desempeñó hasta el año 1787 fecha en que falleció. Había nacido en 1718.
El edicto del gobernador Benavides, en 1785, estableció para las carreras del distrito del Obispado de Santiago, lo que sigue:
En la época colonial una gran fiesta era el paseo del estandarte de la noble y leal ciudad. Este consistía en la formación de una fastuosa comitiva de caballeros montados en corceles de raza andaluza, los cuales se dirigían a casa del Alférez Real y de ahí a la iglesia Catedral constituyendo este desfile toda una fiesta hermosa y aristocrática.
Entre los juegos de a caballo estaban las alcancías, el correr cañas, el correr sortijas.
Las alcancías eran unas bolas llenas de flores, agua de olor y polvos perfumados, que se las tiraban corriendo, unos jinetes a otros, recibiéndolas en un escudo, donde se quebraban; correr cañas, era una pelea a caballo entre diferentes cuadrillas, usando cañas por armas. Este juego o ejercicio para ostentar destreza, fue introducido en España por los árabes con el nombre de correr o jugar cañas; y correr sortijas, era un torneo, un ejercicio de destreza que consistía en ensartar en la punta de una vara, corriendo a caballo, una sortija pendiente de una cinta a cierta altura.
Las carreras fueron durante la colonia las más preponderantes entre las diversiones ecuestres y durante los años republicanos pasaron a ser patrimonio exclusivo del hombre del campo.
Las antiguas canchas santiaguinas que se habían conocido en la Colonia y otras que se formaron en los primeros años republicanos, como las del Llano de Portales (Barrio Yungay), acabaron por desaparecer.
Las carreras en pelo o a la chilena, que tenían por cancha un camino real o una alameda, eran las que entusiasmaban más a los campesinos y perduran hasta hoy.
El jinete monta sin montura, sin espuelas ni bridas, agarrándose solamente de las crines, hasta llegar a la meta. En ocasiones se establecen determinadas condiciones. La carrera a la chilena no es un juego de azar, aunque se cruzan apuestas. El interés de la ganancia es absolutamente secundario; la carrera se hace por la carrera misma, por el triunfo del animal y por el placer que experimenta el dueño. Algunas veces se convienen carreras con caballos que representan corrales.
El tiempo ha transformado estas lides y se podría decir que, en la actualidad, se han convertido en una reunión hípica en la cual los caballos recorren entre 150 y 200 metros
Existe el armado de la carrera, constituido por la distancia, el peso de los jinetes, las apuestas de los propietarios o las de algún competidor, y el juez de partida.
Una programación de carreras consiste en una carrera principal y en otras que son armadas en el mismo escenario.
Cuando se ha acordado la carrera con revancha, se efectúa dándose, desde luego, tiro y lado para cada competidor.
El fallo está dado, el juez de la carrera, el comisario y los veedores, lo dictaron.
En los sectores campesinos, en los villorrios y en las ciudades importantes, con motivo de programaciones populares, se realizan estas carreras a la chilena.
Origen. Los mapuches cuando conocieron y comprendieron al caballo, aventajaron a los conquistadores en su dominio. Lautaro (1535-1557), caudillo araucano que derrotó a Valdivia en 1554 haciéndolo morir en tormento, robusto y valiente, arrogante y mandón, fue un gran caballista.
Los indios eran buenos jinetes, parecían formar parte del caballo que montaban, ya fuera con montura o sin ella.
La montura mapuche era sencilla: varios cueros de oveja y unos pellones. Todo esto sujeto con una cincha que la dejaban un tanto suelta, para no oprimir a la bestia y cuidarle la fuerza y el aliento. Esto permitía tener siempre ensillado al caballo, es decir, pronto para montarlo.
Con la montura suelta, el jinete sólo se mantenía por el perfecto equilibrio del cuerpo.
Las riendas eran de cuero sin curtir, torcido firmemente o de un trenzado ingenioso que algunas veces solían adornar.
Los estribos los usaron de colihue con forma de triángulo y tamaño suficiente para colocar el dedo grande del pie; después los tuvieron de plata los caciques.
Daban importancia a las carreras de caballos a lomo desnudo, en pelo. Estas carreras en línea recta, las llamaban kawel lefun.
Tomaban, con anterioridad a la carrera, precauciones mágicas para que aseguraran el éxito de la partida. El caballo que montaban para este tipo de carreras, estaba incorporado a su mundo mítico. A este respecto, para que fuesen más rápidos, les daban de beber desleídos en agua, bezoares de venados y de guanaco; también los hacían comer pájaros de velocísimo vuelo y sus plumas las pasaban por el cuerpo y por las patas para que se les pegara su ligereza.
Se solía colocar en la raya de salida, tierra de cementerio o grasa de puma para que el animal contrario se retrasase.
Los caballos de carrera estaban vedados para las mujeres, porque si éstas los montaban perdían su agilidad, a la vez, estaba prohibida la presencia de mujeres preñadas al lado del caballo que corría. Las embarazadas tampoco podían permanecer junto a los jugadores, ni debían atravesar la cancha de carrera por estar tabuada.
Denominación.
Argentina: carrera de parada muerta, carreras cuadreras, carreras a costilla, carreras de andarivel
Chile: carreras en pelo, carreras a la chilena.
España: Se podría comparar con: correr a jugar cañas, correr sortijas, correr cintas.
En los alrededores de Santiago de Nuevo Extremo, Valdivia hizo construir un gran cercado donde colocó a los potros bajo cuidadores, pagados por la ciudad. Criar potros por esos años era una espléndida recomendación para solicitar cualquiera merced ante el rey.
Así las cosas, en 1545 ya se encuentran disposiciones y multas para los propietarios que dejen pastar libremente a los animales, o para los que tomen caballos o yeguas ajenos. Por ese año, se contaba con un número de cincuenta yeguas.
Como el aumento del ganado caballar fuera notorio, se usaron las marcas de fuego, las que se registraban en un libro del Cabildo.
En 1553, ya hay necesidad de establecer penas y se dictó una ley bárbara, como era la de cortar la mano al indio que apedrease o flechase a una yegua.
En el mes de abril de 1553, el Cabildo otorgó un permiso al Capitán Gaspar de Orense, para rifar públicamente un potro, una yegua, un macho y una mula.
En octubre de 1556, el Cabildo dispuso que el día de San Andrés se hiciese un rodeo en la plaza pública, para contar los animales y examinar las marcas.
Después los caballos llenaron la vida deportiva. Las carreras de a caballo con apuestas constituían las delicias de los españoles.
La Iglesia, por el año 1748, criticaba este juego diciendo que “las carreras de caballo que en todas las calles se frecuentan más parecen fiestas bacanales”.
El 17 de julio de 1785 se reglamentan las carreras ecuestres y se dan las normas respecto a las apuestas, a la forma de correr, a los días que deben realizarse, sobre los jueces y sus atribuciones. Estas disposiciones las establece don Ambrosio Benavides Medina, quien había llegado a Chile por el año 1780 para hacerse cargo de la gobernación del país, función que desempeñó hasta el año 1787 fecha en que falleció. Había nacido en 1718.
El edicto del gobernador Benavides, en 1785, estableció para las carreras del distrito del Obispado de Santiago, lo que sigue:
- Prohibición de levantar ramadas, poner ventas y llevar carretas; la gente debía retirarse luego de concluidas las pruebas, sin pernoctar en el lugar.
- Las apuestas sólo podían cruzarse en dinero, de ningún modo en ganado, alhajas, joyas, ropas, avíos de montar (lo que debía ocurrir de ordinario). Podían, sí, jugarse los caballos del cotejo.
- El monto de las posturas no debía exceder los $ 200, entre los dueños de los caballos en la cancha, ni los $ 25 entre los mirones.
- La pista debía estar marcada con tres rayas a distancia de tres varas cada una, debiendo partir los caballos cuando el juez los estimase en línea. Se castigaba con $ 25 el no partir a la orden o el hacerlo mediante falsos alborotos.
- Se prohibía manguear los caballos durante la carrera, esto es, cargar o molestar un corredor al otro.
- Las competencias tendrían lugar en los días de trabajo, de cuatro a seis de la tarde en verano, iniciándose una hora antes en invierno.
- No podían apostar los veedores, jinetes ni mandadores.
- Se prohibía llevar perros.
- No debía alegarse cosa alguna contra estas ordenanzas.
En la época colonial una gran fiesta era el paseo del estandarte de la noble y leal ciudad. Este consistía en la formación de una fastuosa comitiva de caballeros montados en corceles de raza andaluza, los cuales se dirigían a casa del Alférez Real y de ahí a la iglesia Catedral constituyendo este desfile toda una fiesta hermosa y aristocrática.
Entre los juegos de a caballo estaban las alcancías, el correr cañas, el correr sortijas.
Las alcancías eran unas bolas llenas de flores, agua de olor y polvos perfumados, que se las tiraban corriendo, unos jinetes a otros, recibiéndolas en un escudo, donde se quebraban; correr cañas, era una pelea a caballo entre diferentes cuadrillas, usando cañas por armas. Este juego o ejercicio para ostentar destreza, fue introducido en España por los árabes con el nombre de correr o jugar cañas; y correr sortijas, era un torneo, un ejercicio de destreza que consistía en ensartar en la punta de una vara, corriendo a caballo, una sortija pendiente de una cinta a cierta altura.
Las carreras fueron durante la colonia las más preponderantes entre las diversiones ecuestres y durante los años republicanos pasaron a ser patrimonio exclusivo del hombre del campo.
Las antiguas canchas santiaguinas que se habían conocido en la Colonia y otras que se formaron en los primeros años republicanos, como las del Llano de Portales (Barrio Yungay), acabaron por desaparecer.
Las carreras en pelo o a la chilena, que tenían por cancha un camino real o una alameda, eran las que entusiasmaban más a los campesinos y perduran hasta hoy.
El jinete monta sin montura, sin espuelas ni bridas, agarrándose solamente de las crines, hasta llegar a la meta. En ocasiones se establecen determinadas condiciones. La carrera a la chilena no es un juego de azar, aunque se cruzan apuestas. El interés de la ganancia es absolutamente secundario; la carrera se hace por la carrera misma, por el triunfo del animal y por el placer que experimenta el dueño. Algunas veces se convienen carreras con caballos que representan corrales.
El tiempo ha transformado estas lides y se podría decir que, en la actualidad, se han convertido en una reunión hípica en la cual los caballos recorren entre 150 y 200 metros
Existe el armado de la carrera, constituido por la distancia, el peso de los jinetes, las apuestas de los propietarios o las de algún competidor, y el juez de partida.
Una programación de carreras consiste en una carrera principal y en otras que son armadas en el mismo escenario.
Cuando se ha acordado la carrera con revancha, se efectúa dándose, desde luego, tiro y lado para cada competidor.
El fallo está dado, el juez de la carrera, el comisario y los veedores, lo dictaron.
En los sectores campesinos, en los villorrios y en las ciudades importantes, con motivo de programaciones populares, se realizan estas carreras a la chilena.
Origen. Los mapuches cuando conocieron y comprendieron al caballo, aventajaron a los conquistadores en su dominio. Lautaro (1535-1557), caudillo araucano que derrotó a Valdivia en 1554 haciéndolo morir en tormento, robusto y valiente, arrogante y mandón, fue un gran caballista.
Los indios eran buenos jinetes, parecían formar parte del caballo que montaban, ya fuera con montura o sin ella.
La montura mapuche era sencilla: varios cueros de oveja y unos pellones. Todo esto sujeto con una cincha que la dejaban un tanto suelta, para no oprimir a la bestia y cuidarle la fuerza y el aliento. Esto permitía tener siempre ensillado al caballo, es decir, pronto para montarlo.
Con la montura suelta, el jinete sólo se mantenía por el perfecto equilibrio del cuerpo.
Las riendas eran de cuero sin curtir, torcido firmemente o de un trenzado ingenioso que algunas veces solían adornar.
Los estribos los usaron de colihue con forma de triángulo y tamaño suficiente para colocar el dedo grande del pie; después los tuvieron de plata los caciques.
Daban importancia a las carreras de caballos a lomo desnudo, en pelo. Estas carreras en línea recta, las llamaban kawel lefun.
Tomaban, con anterioridad a la carrera, precauciones mágicas para que aseguraran el éxito de la partida. El caballo que montaban para este tipo de carreras, estaba incorporado a su mundo mítico. A este respecto, para que fuesen más rápidos, les daban de beber desleídos en agua, bezoares de venados y de guanaco; también los hacían comer pájaros de velocísimo vuelo y sus plumas las pasaban por el cuerpo y por las patas para que se les pegara su ligereza.
Se solía colocar en la raya de salida, tierra de cementerio o grasa de puma para que el animal contrario se retrasase.
Los caballos de carrera estaban vedados para las mujeres, porque si éstas los montaban perdían su agilidad, a la vez, estaba prohibida la presencia de mujeres preñadas al lado del caballo que corría. Las embarazadas tampoco podían permanecer junto a los jugadores, ni debían atravesar la cancha de carrera por estar tabuada.
Denominación.
Argentina: carrera de parada muerta, carreras cuadreras, carreras a costilla, carreras de andarivel
Chile: carreras en pelo, carreras a la chilena.
España: Se podría comparar con: correr a jugar cañas, correr sortijas, correr cintas.
12:20
Las niñas y niños se toman de las manos, forman un círculo y giran cantando.
Algunas de las versiones que corren en Chile:
Algunas de las versiones que corren en Chile:
Arroz con lecheEn este final me caso yo, se abrazan con la compañera. Otras veces es:
me quiero casar,
con una niñita
de Portugal.
Con ésta sí,
con ésta no,
con ésta sí
que me caso yo.
Arroz con leche,Entre las modalidades de la época actual, figuran éstas que dicen relación con los cantantes de figuración y los cadetes de la Escuela Naval, que ofrece el profesor Juan Pérez Ortega, en su obra Música folklórica infantil chilena, cuyos textos son los que siguen:
me quiero casar,
con una señorita
de Portugal,
que sepa coser,
que sepa bordar,
que sepa las tablas
de multiplicar.
Con ésta, sí, con ésta, no.
Con ésta, sí que me caso yo.
Arroz con lecheEn los juegos infantiles guatemaltecos se encuentra la novedad que en el Arroz con leche, es el niño el que desea casarse:
me quiero casar
con Salvatore Adamo
y Hervé Vilard.
Con Yaco, sí;
con Sandro, no:
con Rafael de España
me caso yo.
Arroz con leche
me quiero casar
con un joven cadete
de la Naval.
Que sepa nadar,
que sepa bogar,
que sepa hacer saludos
al capitán,
con éste sí,
con éste no;
con este comandante
me caso yo.
—Papá, mamá, me quiero casar,En el Cancionero popular de Santiago del Estero de Orestes Di Lullo (1898), acreditado como uno de los estudiosos informado y responsable, registra esta versión:
con una muchacha que sepa bailar.
—Cásate, cásate, que yo te daré,
zapatos y media color del café.
—Arroz con leche, me quiero casar.
Si me caso con la negrita,
se me enoja la blanquita.
Arroz con leche,Ildefonso Pereda Valdés (1899), poeta dueño de una extensa bibliografía folklórica uruguaya como El negro rioplatense y otros ensayos, Medicina popular y folklore mágico del Uruguay, en el Cancionero popular uruguayo recogió esta:
me quiero casar,
con una señorita
de San Nicolás,
que sepa coser,
que sepa bordar,
que sepa abrir la puerta
para ir a jugar.
Arroz con lecheLas partes literaria y musical del Arroz con leche, difieren en numerosos países, a la vez que, este cantar, corre en infinitas versiones fusionado conLa viudita.
me quiero casar,
con una niñita
del barrio oriental,
que sepa coser,
que sepa bordar,
que sepa hacer medias
para un general.
Arroz con lecheRepública Dominicana:
se quiere casar
con una viudita
de la capitaI;
que sepa coser,
que sepa bordar,
que ponga la aguja
en su lugar.
Yo soy la viudita
la hija del rey,
me quiero casar
y no encuentro con quien.
Contigo, sí,
contigo, no,
contigo mi vida,
me casaré yo.
Arroz con lecheVenezuela, la versión empieza:
se quiere casar
con una viudita
de la capital,
que sepa coser,
que sepa bordar
que ponga la aguja
en su mismo lugar.
Tin, tan,
sopita de pan,
si no me dan
café con pan,
le saco la leva
al sacristán.
Arroz con leche;Siempre en Venezuela, es:
me quiero casar
con una mocita de la capital,
que sepa coser,
que sepa bordar,
que ponga la mesa
en su santo lugar.
—Yo soy la viudita,
la hija del rey,
me quiero casar
y no encuentro con quien.
—Pues siendo tan bella
y no hallas con quien,
elige a tu gusto
que aquí tienes cien.
Arroz con coco,El cambio de leche por coco se produjo hace algunos años en Venezuela, alteración por alusión al tropical fruto.
me quiero casar,
con una viudita
de la capital,
que sepa coser,
que sepa bordar,
que ponga la mesa
en su santo lugar.
—Contigo, sí,
contigo, no,
contigo, mi vida,
me casaré yo.
Origen. Español. Rima que refleja la elección de novia o la aceptación de esposo, con que las niñas hacen sus corros. La inspiración gira entorno de la boda. Vasto es el repertorio de los textos que cantan los niños españoles y americanos que tratan de amor.
Bajo el sello Chile Profundo se lanza, en la sala de la SCD, el primer disco solista de Luis Araneda, El Baucha, mítica figura de la cueca urbana desde los años 40 y ex integrante del famoso grupo Los Chileneros. Lo acompañan sus amigos, legendarios músicos estables en bares y restaurantes de la Estación Central.
Cuecas y boleros tradicionales del folclor urbano compuestos o recopilados por él conforman el nuevo álbum "Baucha: de lo urbano y lo divino", primer disco solista de Luis Araneda. Una de las más grandes figuras del género, hasta hoy, a sus 89 años, admirado por su calidad vocal y su timbre único, integró el mítico grupo Los Chileneros, que fundó junto a Nano Núñez, con quien formó un dúo desde los años 40.
Maestro y figura de culto para la nueva generación de cuequeros, "representa una tradición en el modo de cantar y en una actitud hacia la cueca, es un vínculo entre el pasado glorioso de la cueca y un presente emergente", según señala Mario Rojas, Productor Musical del disco. Y un vínculo, también, entre "lo urbano y lo divino", como versa el nombre del disco.
Cantor desde la infancia en celebraciones y velorios de angelitos, el pequeño Baucha, de sólo 5 años, junto a sus dos hermanos entonaba con virtuosismo las cuecas que animaban el barrio de Estación Central donde su padre poseía una flota de carretones de carga. Eran los inicios de la década del 20. Desde entonces ya se perfilaba una leyenda que es testimonio viviente de una época de oro en la que la cueca y el folclor urbano reinaban en los bares, restaurantes y casas de remolienda.
El álbum es editado por el nuevo sello Chile Profundo, liderado por Cecilia García-Huidobro, que recientemente publicó el disco de la joven banda "Los Tricolores", junto al actor Daniel Muñoz y con la participación de Alvaro Henríquez. La iniciativa cuenta con el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile; el Premio a lo Chileno, de empresas Iansa, y la Sociedad Chilena del Derecho de Autor.
A la característica voz del artista se suma en las cuecas la de Luis Castro, de Los Chinganeros. En el acordeón está el destacado músico Ignacio Hernández, mientras que en el piano y la guitarra, Aladín Reyes y Enrique Castillo, respectivamente, ambos amigos del Baucha, músicos de gran trayectoria que aún tienen su escenario en la bohemia santiaguina de la Estación Central.
FUENTE: www.nuestro.cl
Cuecas y boleros tradicionales del folclor urbano compuestos o recopilados por él conforman el nuevo álbum "Baucha: de lo urbano y lo divino", primer disco solista de Luis Araneda. Una de las más grandes figuras del género, hasta hoy, a sus 89 años, admirado por su calidad vocal y su timbre único, integró el mítico grupo Los Chileneros, que fundó junto a Nano Núñez, con quien formó un dúo desde los años 40.
Maestro y figura de culto para la nueva generación de cuequeros, "representa una tradición en el modo de cantar y en una actitud hacia la cueca, es un vínculo entre el pasado glorioso de la cueca y un presente emergente", según señala Mario Rojas, Productor Musical del disco. Y un vínculo, también, entre "lo urbano y lo divino", como versa el nombre del disco.
Cantor desde la infancia en celebraciones y velorios de angelitos, el pequeño Baucha, de sólo 5 años, junto a sus dos hermanos entonaba con virtuosismo las cuecas que animaban el barrio de Estación Central donde su padre poseía una flota de carretones de carga. Eran los inicios de la década del 20. Desde entonces ya se perfilaba una leyenda que es testimonio viviente de una época de oro en la que la cueca y el folclor urbano reinaban en los bares, restaurantes y casas de remolienda.
El álbum es editado por el nuevo sello Chile Profundo, liderado por Cecilia García-Huidobro, que recientemente publicó el disco de la joven banda "Los Tricolores", junto al actor Daniel Muñoz y con la participación de Alvaro Henríquez. La iniciativa cuenta con el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile; el Premio a lo Chileno, de empresas Iansa, y la Sociedad Chilena del Derecho de Autor.
A la característica voz del artista se suma en las cuecas la de Luis Castro, de Los Chinganeros. En el acordeón está el destacado músico Ignacio Hernández, mientras que en el piano y la guitarra, Aladín Reyes y Enrique Castillo, respectivamente, ambos amigos del Baucha, músicos de gran trayectoria que aún tienen su escenario en la bohemia santiaguina de la Estación Central.
FUENTE: www.nuestro.cl
Ya en la etapa de la Independencia, la casi totalidad de los próceres eran oficiales de caballería. Y llegaban a esa arma dotados de grandes atributos, adquiridos en la práctica de juegos ecuestres huasos.
Se piensa que el rodeo chileno nació en los tiempos del gobernador García Hurtado de Mendoza, oficial de caballería altamente capacitado.
Como los campos eran abiertos, el gobernador ordenó que cada 24 y 25 de julio, fiesta del Apóstol Santiago, patrono de la ciudad, se hicieran rodeos en la Plaza de Armas para reunir, marcar y separar al ganado.
Por una ordenanza del Cabildo, los rodeos se hicieron obligatorios el día 7 de octubre, festividad de San Marcos.
El camino a proclamarse como el deporte nacional
Con el tiempo, esta actividad comienza a tener algunas reglas. Así, a fines del siglo XVII se estipula que la pista en que se separa el ganado sea rectangular, con una longitud aproximada de 75 metros. Ya en esta época, quienes demostraban dominar a su caballo eran objeto de admiración.
En 1860 se impone definitivamente "la medialuna". El corral deja de ser rectangular y pasa a transformarse en una circunferencia, donde se encierran treinta o más cabezas de ganado. Desde ahí, cada pareja debía sacar el animal de sus marcas.
Más adelante surgieron las quinchas, donde debía realizarse la atajada, que se premiaba o castigaba con puntos buenos o malos.
En 1927, durante el gobierno del General Carlos Ibáñez del Campo, se dicta la ley que legisla acerca de la reglamentación de las Corridas de Vacas. Es más, se establece como obligación el hecho de que en todo rodeo oficial se corran dos series exclusivas para reproductores de fina sangre chilena, calidad que se inscripción de ellos en los Registros Genealógicos a cargo de la Sociedad Nacional de Agricultura.
El año 1946 sería también muy importante. Y es que se forma la Asociación de Criadores de Caballos, cuyo objetivo era reglamentar la crianza del caballo de fina sangre chilena y difundir y controlar el rodeo. Por 15 años esta asociación dirigió el rodeo en nuestro país.
Sin embargo, nacería la Federación del Rodeo Chileno, el 22 de mayo de 1961, bajo la firma del presidente Jorge Alessandri Rodríguez. En tanto, el rodeo debería pasar por varias barreras para llegar ser el deporte nacional. Pero, el 10 de enero de 1962 finalmente lo logra. Esa fecha fue reconocido como Deporte Oficial, afiliado al Comité Olímpico de Chile, por oficio Nº269 del Consejo Nacional de Deportes y Comité Olímpico de Chile.
¿Cómo se corre?
En el rodeo, dos jinetes montados sobre caballos de raza chilena, deben seguir y arrear a un novillo dentro de una medialuna, guiándolo en una especie de tenaza formada por las dos cabalgaduras.
Al llegar a una zona llamada "atajada", los jinetes deben detener al novillo de acuerdo a una serie de exigencias técnicas: en tres oportunidades, sobre dos quinchas acolchadas.
El rodeo completo se hace generalmente en dos días, casi siempre el fin de semana, con lo que se transforma en una fiesta social. Se contempla un programa de corridas de casi ocho horas diarias y al mismo tiempo se escucha música chilena, se baila y se come. Hoy se cuenta con 21 asociaciones, 185 clubes a lo largo del país y 200 medialunas.
La medialuna
La medialuna es una circunferencia de 20 a 25 metros de radio. En un costado de ella se ubica el apiñadero, que tiene 18 a 22 metros de radio. En ese lugar se inicia la carrera con sus dos puertas cerradas.
Ubicadas "matemáticamente" frente a frente y muy cerca de los extremos del apiñadero, se encuentran las atajadas o quinchas, una zona de 12 metros de sacos acolchados, donde se tiene que atajar al novillo.
La distancia entre cada atajada es de 64 a 66 metros. Tanto jinetes como caballos recorren esta distancia cuatro veces, tres para atajar y la última para echar al novillo fuera de la medialuna.
La acción en su totalidad se conoce como "carrera corrida". Antes de cada atajada existe una señal, llamada línea de postura, ubicada a 10 metros de ésta, en la que se obliga al caballo que va a atajar a ir con uno de sus pechos en contacto sobre el novillo. Determina a través de la
Entre todas las fiestas y juegos típicos -de adultos- de nuestro país, el rodeo es uno de los más emocionantes, alegres y llenos de colorido. Describiéndolo en forma simple, podría decir que simboliza la lucha permanente del hombre con el animal, para someterlo a las necesidades de la agricultura. En esta lucha, jinete y caballo son un todo que batalla hasta imponerse a cada pieza del ganado vacuno. Actualmente, el rodeo es una práctica deportiva criolla que se rige por normas muy estrictas, pero se originó en el duro trabajo del campesino. Nació hace siglos, de la necesidad de ordenar el ganado. En cada primavera, los animales eran traídos desde los cerros, donde pasaban el invierno. De regreso, había que comprobar el número de animales, marcar los nuevos y "arreglar" o castrar los novillos. En la traída del ganado participaban los huasos más fuertes y hábiles en el manejo del caballo y del lazo. Había que conducir a los animales bordeando precipicios, cruzando ríos, bajando y subiendo pendientes. Muchos vacunos se espantaban y descarriaban, y los huasos tenían que correr velozmente tras ellos, atajarlos y lacerarlos, para llevarlos de nuevo a unirse al grueso del ganado. Una vez reunidos, había que rodearlos en rápida carrera para separar los que pertenecían a distintos dueños. Finalmente, se les llevaba a los corrales. Hacerlos entrar por la "manga" o camino que lleva a cada uno de ellos era difícil, porque los vacunos se desordenaban y corrían desorientados. Dentro del corral, se apartaban los que iban a ser "arreglados" y los que debían marcarse. Todo esto en diestras manos del huaso con su lazo y su caballo. Los animales bajaban, de los cerros briosos y rebeldes, de modo que controlarlos exigía mucha pericia. Dominarlos, era para los huasos motivo de gran satisfacción, porque así demostraban su capacidad y fortaleza física. Como esta fama generó rivalidad al elegir los mejores, se originó el juego: el rodeo
Su historia: El rodeo se consideró como deporte nacional el 10 de enero de 1962 por el Consejo Nacional de Deportes y Comité Olímpico de Chile. El rodeo se remonta a los principios de nuestra historia. Su impulsor fue don García Hurtado de Mendoza. Como los campos en esa época no estaban cercados y había que contar y marcar a los animales, mandó efectuar rodeos en la Plaza de Armas durante los Díaz 24 y 25 de julio, fiesta del apóstol Santiago. Posteriormente una ordenanza del Cabildo de Santiago, obligó a cambiar la fecha al 7 de octubre de cada año, por la fiesta de San Marcos. El objetivo era el mismo. Los jinetes debían tener gran destreza para llevar los animales a los corrales, además de tener caballos bien amaestrados. En 1860 se impone en forma definitiva la medialuna, dentro de la cual se crea el apiñadero, (corral en el que se encierran 30 o más cabezas de ganado). Cada pareja debe sacar el ganado de su marca sin otra ayuda que su habilidad. Se crean las quinchas, donde se realiza la atajada, espacio demarcado por dos banderas. Si se aprueba o reprueba la atajada, se suman o se restan puntos. Desde la época de don García Hurtado de Mendoza que se premia a los jinetes más diestros, es lo que se denomina "movimiento a la rienda". En el año 1927, durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, se legisla sobre las reglas de las corridas de vacas. Para evitar que la raza de caballos chilenos, que representa un orgullo, desapareciera producto del mestizaje, se reglamentó que obligatoriamente se corrieran dos series para reproductores de fina sangre chilena, calidad determinada por la Sociedad Nacional de Agricultura. En 1946 se forma la Asociación de Criadores de Caballos, cuyo objetivo era reglamentar la crianza del caballo de fina sangre chilena y difundir y controlar el rodeo. La Federación del Rodeo Chileno nace el 22 de mayo de 1961. Hoy se cuenta con 30 asociaciones y 240 clubes a lo largo del país y 200 medialunas
El rodeo
Nace en la época de la conquista bajo el gobierno de don García Hurtado de Mendoza. Durante su mandato ordenó que cada 24 y 25 de Julio (fiesta del apóstol Santiago) se reuniera el ganado en lo que hoy es la plaza de armas de Santiago para ser marcado y seleccionado. Posteriormente se hizo obligatorio ese rodeo. Aunque el escenario fue el mismo, la fecha se fijó para el 7 de Octubre, día de San Marcos. El objetivo se mantenía, pero ya se exigió que la labor de traslado a los diferentes corrales la hicieran jinetes en caballos extraordinariamente adiestrados.
Fue a fines del siglo XVII que el rodeo comenzó a reglamentarse. La pista en que se separaba el ganado tomó la forma rectangular y tenía una longitud de 75 metros. Los jinetes retiraban el ganado de los corrales y en la pista central debían de demostrar todas sus habilidades para apartarlo y conducir el suyo sin ayuda de otros jinetes. Toda esta acción estaba reglamentada y los jinetes más diestros fueron objetos de grandes honores.
Finalmente en 1860 se impuso la medialuna. El corral cambió su forma rectangular dándole paso a la circunferencia que hoy conocemos. Con el tiempo surgieron las quinchas donde debía realizarse la atajada y, junto con ello, los puntajes, premiándose la labor con puntos buenos y malos.
De este manera fue creado el rodeo que hoy en día conocemos, que es sólo de nuestra patria y tanto nos enorgullece.
El campo es el lugar, donde las tradiciones de nuestro pueblo se mantienen más vivas. Rodeo, vendimia, rayuela, carrera a la chilena, son algunas de las actividades que en la intimidad de pueblos, aldeas o villorrios, se celebran año a año en distintas fechas. Septiembre, sin embargo, es el mes emblemático para revivir toda las tradiciones que, durante el año, a veces duermen en nuestro recuerdo.
Entre las más típicas fiestas campesinas, está el rodeo. En la estación de otoño, en todas las haciendas de Chile, se procede a la reunión de ganado con el fin de contarlo, marcarlo, separar los animales para la venta y, en fin, todas las etapas de selección que las cabezas de ganado requieren.
En el arreo y encierro de los animales, el rodeo, los encargados de la faena dan grandes muestras de destreza. Son justamente estas facultades las que dieron origen a la demostración pública que se realiza en la medialuna.
Se trata de un torneo llevado a cabo en una pista circular de 40 metros de diámetro. El piso es de arena con salitre y los asientos rodean la pista en una tribuna circular. La medialuna cuenta con portones para que los animales que van a "correrse" -generalmente novillos o vaquillas- puedan entrar y salir. Los jinetes corren en parejas mientras un arriero, con gritos estridentes, provoca la carrera del animal que busca la salida del semicírculo mientras el jinete procura alcanzarlo o detenerlo en un punto determinado, que es una pared de chilca (vegetal resinoso) que termina en cada extremo con una bandera chilena.
La cueca se convirtió en el baile típico nacional
Eminentemente campesina, surgió, según algunos, en rebeldía a la Corona española, como símbolo de la naciente vida republicana. Se baila en todo el país, aunque con variaciones coreográficas.
Representa la rueda del gallo a la gallina, el cortejo amoroso de una pareja o el asedio, en medio de un potrero, del huaso a una potranca, a la que trata de atrapar con un lazo. Hombre y mujer bailan enarbolando sus pañuelos, al son del canto y de instrumentos como la guitarra, el arpa y el acordeón.
Aún hoy, cuando la maquinaria moderna ha invadido las labores agrícolas, en el campo chileno perduran costumbres como la trilla a yegua, para separar el trigo de la paja; y el rodeo, en el que una pareja de jinetes debe atajar a un novillo en un lugar determinado de una medialuna (empalizada forrada en paja).
Chiloé, en el sur, es tierra de mitos, leyendas y tradiciones. Allí existen personajes como "La Pincoya", diosa de la fertilidad de playas y mares, y "El Trauco", un fauno feo y enano que vive en los bosques, ataca a los hombres y seduce a las mujeres.
La "Minga" es otra de las tradiciones de Chiloé. Es un trabajo realizado con ayuda de amigos y vecinos. Por ejemplo, para mudarse de vivienda: se monta la casa sobre troncos, se tira con bueyes y se lleva a su nuevo destino, a veces incluso por mar. El dueño de casa sólo tiene que proporcionar comida y sobre todo bebida para recuperar las fuerzas.
Se piensa que el rodeo chileno nació en los tiempos del gobernador García Hurtado de Mendoza, oficial de caballería altamente capacitado.
Como los campos eran abiertos, el gobernador ordenó que cada 24 y 25 de julio, fiesta del Apóstol Santiago, patrono de la ciudad, se hicieran rodeos en la Plaza de Armas para reunir, marcar y separar al ganado.
Por una ordenanza del Cabildo, los rodeos se hicieron obligatorios el día 7 de octubre, festividad de San Marcos.
El camino a proclamarse como el deporte nacional
Con el tiempo, esta actividad comienza a tener algunas reglas. Así, a fines del siglo XVII se estipula que la pista en que se separa el ganado sea rectangular, con una longitud aproximada de 75 metros. Ya en esta época, quienes demostraban dominar a su caballo eran objeto de admiración.
En 1860 se impone definitivamente "la medialuna". El corral deja de ser rectangular y pasa a transformarse en una circunferencia, donde se encierran treinta o más cabezas de ganado. Desde ahí, cada pareja debía sacar el animal de sus marcas.
Más adelante surgieron las quinchas, donde debía realizarse la atajada, que se premiaba o castigaba con puntos buenos o malos.
En 1927, durante el gobierno del General Carlos Ibáñez del Campo, se dicta la ley que legisla acerca de la reglamentación de las Corridas de Vacas. Es más, se establece como obligación el hecho de que en todo rodeo oficial se corran dos series exclusivas para reproductores de fina sangre chilena, calidad que se inscripción de ellos en los Registros Genealógicos a cargo de la Sociedad Nacional de Agricultura.
El año 1946 sería también muy importante. Y es que se forma la Asociación de Criadores de Caballos, cuyo objetivo era reglamentar la crianza del caballo de fina sangre chilena y difundir y controlar el rodeo. Por 15 años esta asociación dirigió el rodeo en nuestro país.
Sin embargo, nacería la Federación del Rodeo Chileno, el 22 de mayo de 1961, bajo la firma del presidente Jorge Alessandri Rodríguez. En tanto, el rodeo debería pasar por varias barreras para llegar ser el deporte nacional. Pero, el 10 de enero de 1962 finalmente lo logra. Esa fecha fue reconocido como Deporte Oficial, afiliado al Comité Olímpico de Chile, por oficio Nº269 del Consejo Nacional de Deportes y Comité Olímpico de Chile.
¿Cómo se corre?
En el rodeo, dos jinetes montados sobre caballos de raza chilena, deben seguir y arrear a un novillo dentro de una medialuna, guiándolo en una especie de tenaza formada por las dos cabalgaduras.
Al llegar a una zona llamada "atajada", los jinetes deben detener al novillo de acuerdo a una serie de exigencias técnicas: en tres oportunidades, sobre dos quinchas acolchadas.
El rodeo completo se hace generalmente en dos días, casi siempre el fin de semana, con lo que se transforma en una fiesta social. Se contempla un programa de corridas de casi ocho horas diarias y al mismo tiempo se escucha música chilena, se baila y se come. Hoy se cuenta con 21 asociaciones, 185 clubes a lo largo del país y 200 medialunas.
La medialuna
La medialuna es una circunferencia de 20 a 25 metros de radio. En un costado de ella se ubica el apiñadero, que tiene 18 a 22 metros de radio. En ese lugar se inicia la carrera con sus dos puertas cerradas.
Ubicadas "matemáticamente" frente a frente y muy cerca de los extremos del apiñadero, se encuentran las atajadas o quinchas, una zona de 12 metros de sacos acolchados, donde se tiene que atajar al novillo.
La distancia entre cada atajada es de 64 a 66 metros. Tanto jinetes como caballos recorren esta distancia cuatro veces, tres para atajar y la última para echar al novillo fuera de la medialuna.
La acción en su totalidad se conoce como "carrera corrida". Antes de cada atajada existe una señal, llamada línea de postura, ubicada a 10 metros de ésta, en la que se obliga al caballo que va a atajar a ir con uno de sus pechos en contacto sobre el novillo. Determina a través de la
Entre todas las fiestas y juegos típicos -de adultos- de nuestro país, el rodeo es uno de los más emocionantes, alegres y llenos de colorido. Describiéndolo en forma simple, podría decir que simboliza la lucha permanente del hombre con el animal, para someterlo a las necesidades de la agricultura. En esta lucha, jinete y caballo son un todo que batalla hasta imponerse a cada pieza del ganado vacuno. Actualmente, el rodeo es una práctica deportiva criolla que se rige por normas muy estrictas, pero se originó en el duro trabajo del campesino. Nació hace siglos, de la necesidad de ordenar el ganado. En cada primavera, los animales eran traídos desde los cerros, donde pasaban el invierno. De regreso, había que comprobar el número de animales, marcar los nuevos y "arreglar" o castrar los novillos. En la traída del ganado participaban los huasos más fuertes y hábiles en el manejo del caballo y del lazo. Había que conducir a los animales bordeando precipicios, cruzando ríos, bajando y subiendo pendientes. Muchos vacunos se espantaban y descarriaban, y los huasos tenían que correr velozmente tras ellos, atajarlos y lacerarlos, para llevarlos de nuevo a unirse al grueso del ganado. Una vez reunidos, había que rodearlos en rápida carrera para separar los que pertenecían a distintos dueños. Finalmente, se les llevaba a los corrales. Hacerlos entrar por la "manga" o camino que lleva a cada uno de ellos era difícil, porque los vacunos se desordenaban y corrían desorientados. Dentro del corral, se apartaban los que iban a ser "arreglados" y los que debían marcarse. Todo esto en diestras manos del huaso con su lazo y su caballo. Los animales bajaban, de los cerros briosos y rebeldes, de modo que controlarlos exigía mucha pericia. Dominarlos, era para los huasos motivo de gran satisfacción, porque así demostraban su capacidad y fortaleza física. Como esta fama generó rivalidad al elegir los mejores, se originó el juego: el rodeo
Su historia: El rodeo se consideró como deporte nacional el 10 de enero de 1962 por el Consejo Nacional de Deportes y Comité Olímpico de Chile. El rodeo se remonta a los principios de nuestra historia. Su impulsor fue don García Hurtado de Mendoza. Como los campos en esa época no estaban cercados y había que contar y marcar a los animales, mandó efectuar rodeos en la Plaza de Armas durante los Díaz 24 y 25 de julio, fiesta del apóstol Santiago. Posteriormente una ordenanza del Cabildo de Santiago, obligó a cambiar la fecha al 7 de octubre de cada año, por la fiesta de San Marcos. El objetivo era el mismo. Los jinetes debían tener gran destreza para llevar los animales a los corrales, además de tener caballos bien amaestrados. En 1860 se impone en forma definitiva la medialuna, dentro de la cual se crea el apiñadero, (corral en el que se encierran 30 o más cabezas de ganado). Cada pareja debe sacar el ganado de su marca sin otra ayuda que su habilidad. Se crean las quinchas, donde se realiza la atajada, espacio demarcado por dos banderas. Si se aprueba o reprueba la atajada, se suman o se restan puntos. Desde la época de don García Hurtado de Mendoza que se premia a los jinetes más diestros, es lo que se denomina "movimiento a la rienda". En el año 1927, durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, se legisla sobre las reglas de las corridas de vacas. Para evitar que la raza de caballos chilenos, que representa un orgullo, desapareciera producto del mestizaje, se reglamentó que obligatoriamente se corrieran dos series para reproductores de fina sangre chilena, calidad determinada por la Sociedad Nacional de Agricultura. En 1946 se forma la Asociación de Criadores de Caballos, cuyo objetivo era reglamentar la crianza del caballo de fina sangre chilena y difundir y controlar el rodeo. La Federación del Rodeo Chileno nace el 22 de mayo de 1961. Hoy se cuenta con 30 asociaciones y 240 clubes a lo largo del país y 200 medialunas
El rodeo
Nace en la época de la conquista bajo el gobierno de don García Hurtado de Mendoza. Durante su mandato ordenó que cada 24 y 25 de Julio (fiesta del apóstol Santiago) se reuniera el ganado en lo que hoy es la plaza de armas de Santiago para ser marcado y seleccionado. Posteriormente se hizo obligatorio ese rodeo. Aunque el escenario fue el mismo, la fecha se fijó para el 7 de Octubre, día de San Marcos. El objetivo se mantenía, pero ya se exigió que la labor de traslado a los diferentes corrales la hicieran jinetes en caballos extraordinariamente adiestrados.
Fue a fines del siglo XVII que el rodeo comenzó a reglamentarse. La pista en que se separaba el ganado tomó la forma rectangular y tenía una longitud de 75 metros. Los jinetes retiraban el ganado de los corrales y en la pista central debían de demostrar todas sus habilidades para apartarlo y conducir el suyo sin ayuda de otros jinetes. Toda esta acción estaba reglamentada y los jinetes más diestros fueron objetos de grandes honores.
Finalmente en 1860 se impuso la medialuna. El corral cambió su forma rectangular dándole paso a la circunferencia que hoy conocemos. Con el tiempo surgieron las quinchas donde debía realizarse la atajada y, junto con ello, los puntajes, premiándose la labor con puntos buenos y malos.
De este manera fue creado el rodeo que hoy en día conocemos, que es sólo de nuestra patria y tanto nos enorgullece.
El campo es el lugar, donde las tradiciones de nuestro pueblo se mantienen más vivas. Rodeo, vendimia, rayuela, carrera a la chilena, son algunas de las actividades que en la intimidad de pueblos, aldeas o villorrios, se celebran año a año en distintas fechas. Septiembre, sin embargo, es el mes emblemático para revivir toda las tradiciones que, durante el año, a veces duermen en nuestro recuerdo.
Entre las más típicas fiestas campesinas, está el rodeo. En la estación de otoño, en todas las haciendas de Chile, se procede a la reunión de ganado con el fin de contarlo, marcarlo, separar los animales para la venta y, en fin, todas las etapas de selección que las cabezas de ganado requieren.
En el arreo y encierro de los animales, el rodeo, los encargados de la faena dan grandes muestras de destreza. Son justamente estas facultades las que dieron origen a la demostración pública que se realiza en la medialuna.
Se trata de un torneo llevado a cabo en una pista circular de 40 metros de diámetro. El piso es de arena con salitre y los asientos rodean la pista en una tribuna circular. La medialuna cuenta con portones para que los animales que van a "correrse" -generalmente novillos o vaquillas- puedan entrar y salir. Los jinetes corren en parejas mientras un arriero, con gritos estridentes, provoca la carrera del animal que busca la salida del semicírculo mientras el jinete procura alcanzarlo o detenerlo en un punto determinado, que es una pared de chilca (vegetal resinoso) que termina en cada extremo con una bandera chilena.
La cueca se convirtió en el baile típico nacional
Eminentemente campesina, surgió, según algunos, en rebeldía a la Corona española, como símbolo de la naciente vida republicana. Se baila en todo el país, aunque con variaciones coreográficas.
Representa la rueda del gallo a la gallina, el cortejo amoroso de una pareja o el asedio, en medio de un potrero, del huaso a una potranca, a la que trata de atrapar con un lazo. Hombre y mujer bailan enarbolando sus pañuelos, al son del canto y de instrumentos como la guitarra, el arpa y el acordeón.
Aún hoy, cuando la maquinaria moderna ha invadido las labores agrícolas, en el campo chileno perduran costumbres como la trilla a yegua, para separar el trigo de la paja; y el rodeo, en el que una pareja de jinetes debe atajar a un novillo en un lugar determinado de una medialuna (empalizada forrada en paja).
Chiloé, en el sur, es tierra de mitos, leyendas y tradiciones. Allí existen personajes como "La Pincoya", diosa de la fertilidad de playas y mares, y "El Trauco", un fauno feo y enano que vive en los bosques, ataca a los hombres y seduce a las mujeres.
La "Minga" es otra de las tradiciones de Chiloé. Es un trabajo realizado con ayuda de amigos y vecinos. Por ejemplo, para mudarse de vivienda: se monta la casa sobre troncos, se tira con bueyes y se lleva a su nuevo destino, a veces incluso por mar. El dueño de casa sólo tiene que proporcionar comida y sobre todo bebida para recuperar las fuerzas.
Al hablar de folclor chileno se hace imprescindible resaltar el valor de nuestros bailes populares, como manifestaciones espontáneas de los sentimientos criollos frente a la vida.
El descanso siempre ha sido muy importante en el desarrollo de las comunidades y pueblos en general, de hecho “Dios descanso el séptimo día”, cuando hizo al mundo, muy de la mano va el divertimiento, esparcimiento o recreación, allí nacen los juegos, la música, el baile, Como también lo días dedicados a la fe. Allí nacen los festivos el más importante 25 de diciembre, nacimiento de Jesús, el hijo de Dios.
En chile, las festividades comienzan a través de la danza y bailes empiezan a aparecen en salones, chinganas y cualquier centro de recreación y esparcimiento.
Es anónimo, pues pertenece al patrimonio de la colectividad, esta característica la determina el hecho que el artista popular ejecuta su obra con un fin práctico, por lo cual no les da a sus obras un valor esencialmente estético; no se empeña en individualizar su obra. La cultura popular es la expresión formal, espiritual, material y tradicional del pueblo, cuyas raíces más profundas están en el pasado y que sobreviven en virtud del espíritu conservador de la gente común.
Las fiestas religiosas y romerías populares son expresiones de la religiosidad latinoamericana que se formó con la influencia de España, “en ellas se manifiestan la devoción religiosa, las ceremonias rituales, las procesiones, las romerías de peregrinos, el alborozo colectivo, las diversiones populares y las actividades económico-religiosas. [...] Una actitud de unión al Ser Supremo, a los santos y a los hechos religiosos de permanente vigencia y que se recuerdan en días especiales que se convierten en fiestas y romerías”.
Algunas devociones cristianas fueron introducidas en Hispanoamérica por las comunidades religiosas en la época de la conquista y colonia, por ejemplo la Virgen del Rosario por los Dominicos, San Francisco de Asís y la Navidad por los Franciscanos, la Candelaria por los Agustinos, la Virgen del Carmen por las Carmelitas, etc. y continúan vigentes. En el sur de Chile, en Chiloé continúa con plena vigencia la Fiesta del Nazareno de Caguach, la Fiesta de la Cruz de Mayo y la Fiesta de San Pedro se celebran en todo nuestro país, Fiesta de la Candelaria en el norte y sur; y la Fiesta de La Tirana en el pueblo del mismo nombre, al interior de Iquique.
En Chile, como en todo Latinoamérica los romeros o prometeros rinden su homenaje de gratitud a la Virgen, hacen mandas o promesas, asisten con devoción a las misas y procesiones o participan en cofradías de bailes religiosos.
En este contexto, algunas de las expresiones de religiosidad popular más arraigadas en la cultura tradicional chilena son las danzas o bailes religiosos, elCanto a lo Divino junto a las lanchas y danzas que lo acompañan en la zona central y la quema del judas en Valparaíso
En la gestación de la danza ceremonial y religiosa surgen una serie de agrupaciones denominadas Hermandades, Cofradías, Bailes o Sociedades, que poseen una rica gama de evoluciones coreográficas interrelacionadas individuales, en parejas y en grupo; en las que se reconocen formas originadas de la contradanza europea. Algunas de estas danzas religiosas presentes en Chile son La Diablada, Los Morenos, Gitanos, Pieles Rojas, Zambos Caporales, Tinkus y Callaguallas en todo el norte y centro de Chile; el Danza de banderas, tradicional en la fiesta del Nazareno de Caguach en Chiloé; Los bailes chinos en Chile Central, las Danzas y las Lanchas que sólo se bailan en el sur de la región de Coquimbo y en norte de la región de Valparaíso durante las vigilias con Canto a lo Divino.
LO SAGRADO COMO RAÍZ DE LA FIESTA
Desde sus orígenes hasta hoy, la fiesta “festiva por excelencia”, como la llama Josef Pieper, ha estado ligada a lo sagrado. Porque ha sido la dimensión trascendente del hombre la que se ha expresado en ella a lo largo de los siglos, insertándose como un interludio y, a la vez, como un enaltecimiento de lo cotidiano.
En los albores de la historia se configuró la institución festiva como un intervalo de sacralidad en el transcurrir de todos los días; como una mímesis revividora de los gestos de los dioses; como una pausa en los afanes y labores, para dirigir la mirada hacia lo alto; como una manera de medir el tiempo y, a la vez, como un trascender de lo cotidiano; como una transformación creadora del mundo mediante el arte, bajo la inspiración del paradigma sagrado; como una donación, una ofrenda de bienes y pertenencias para entregarlos a los hombres y a la divinidad, y como una catarsis depuradora que llevaba al reencuentro del hombre con Dios, con los demás y consigo mismo, en el olvido de sí.
El Barroco fue la última etapa histórica que dio aliento existencial y estético a la fiesta religiosa. Porque, a partir de la Ilustración, desatados los vínculos sagrados y generalizados el proceso de laicización, la institución festiva inició una larga etapa de crisis.
Sólo un puñado de estas formas festivas tradicionales creadas durante la edad barroca han predivido en Chile y en Latinoamérica hasta hoy, refugiadas en las llamadas religiosidad y cultura populares. Ellas son testimonio de una época que hizo de lo místico el sentido de toda funcionalidad, que creó el tiempo a partir de la fiesta; que orientó el trabajo y encauzó el uso de los recursos hacia lo trascendente.
En un mundo regido por el trabajo, como es el de nuestros días, que se plantea el tiempo libre como suspensión de las labores habituales -esos son fundamentalmente los feriados y las vacaciones-, que restringe las celebraciones tradicionales o las traslada de fecha para no restar días a la productividad, puede resultar de interés el conocimiento de la institución festiva como experiencia vital orientada por lo sagrado.
Lo numinoso como origen de la fiesta
Según ha expresado Mircea Eliade, historiador de las religiones, lo sagrado y lo profano constituyen dos modalidades de estar en el mundo, dos situaciones existenciales asumidas por el hombre a lo largo de su historia. El hombre de las sociedades tradicionales fue un homo religiosus, y aunque no existe un único comportamiento para expresar lo sagrado, pues éste ha variado de acuerdo a la temporalidad, la experiencia religiosa tiene unos rasgos y unas dimensiones específicas, estrechamente relacionadas con la institución festiva, que ha constituido su más señalada expresión.
La fiesta tuvo, pues, su origen en la vivencia colectiva y social de lo sagrado. Mientras la experiencia religiosa individual deviene generalmente un proceso de interiorización de lo sagrado, la experiencia religiosa colectiva es en esencia exteriorización a través de la dramatización. Así se ha expresado la conciencia sagrada en el comportamiento colectivo durante el curso de los siglos.
El filósofo y teólogo alemán Rudolf Otto (1867-1934), en su libro Lo Santo (Das Hailige, 1917), expone una sugerente teoría para explicar la relación del hombre con lo sagrado. En lugar de estudiar las ideas de Dios y de religión, Otto analizó las modalidades de la experiencia religiosa, descomponiéndola en tres fuerzas fundamentales: lo terrible de la divinidad, es decir, su comprensión como mysterium tremendum que implica una dinámica de atracción-repulsión traducida en actitudes y gestos de humildad, invocación, sobrecogimiento y exaltación; la magestas de Dios, el entendimiento de su inaccesibilidad, frente a la cual el hombre experimenta un sentimiento de dependencia y de aniquilamiento del yo, y, por último, la energía, la mobilitas Dei, el Dios vivo, pleno de actividad, cuyo abrasador fuego amoroso invita al hombre a unirse con él, a representarlo, a instaurar un ritual, a configurar un culto.
Otto designa todas estas experiencias como numinosas (del latín numen = dios), que constituirían la forma primera y más auténtica de la vivencia religiosa. Así, la relación del hombre con lo sagrado no se habría establecido originariamente, en los niveles racionales ni conscientes, sino se enraizaría aún más profundamente, en su vida anímica y prerreflexiva. En un impulso primordial, el hombre se puso así en contacto con esta categoría primigenia de lo sagrado, lo numinoso, que dio nacimiento al mito y al símbolo, a la utopía y al mesianismo, al arte y a la fiesta.
Desde sus orígenes, la fiesta ha estado, pues, ligada indisolublemente a la sensibilidad de lo numinoso y, por ende, a la religión, de la cual, a su vez, lo numinoso es la experiencia interior primera.
El más allá se abrió para el hombre con la experiencia numinosa, inclinándose a ligar a él su propia inmanencia y la del mundo. Así le fue revelada a la humanidad la insuficiencia del orden cotidiano, de la rutina de la vida y la existencia de un mundo sobrenatural. Éste sería, en principio, el sentido fundamental de toda religión como tensión hacia lo que Heidegger llama “el Ser” que lleva a descubrir otro sentido en el mundo.
La fiesta ha sido así, a lo largo de la historia, una forma y una ocasión para comunicarse con Dios a través de los lenguajes sagrados. Una versión, a veces un residuo de la fiesta sagrada, puede ser considerada la fiesta profana, surgida ya en la antigüedad, y la apoteosis y el espectáculo del poder que la han caracterizado son susceptibles de ser interpretadas como una derivación del impulso numinoso.
El Barroco, según señalara Werner Weisbach, recobró ese sentido primigenio y emocional de la vivencia religiosa que se ha designado como lo numinoso y puso en comunicación directa al fiel con la divinidad a través del arte y de la fiesta. Elevado a una categoría absoluta de derecho divino, el poder real usufructuó más plenamente que en épocas anteriores de los lenguajes sagrados en su propio beneficio, sirviéndose de las formas originarias de la fiesta religiosa para ponerlas al servicio de la exaltación de la persona del monarca.
La fiesta religiosa como sacralización del tiempo
Desde los inicios de la historia la experiencia festiva hizo del tiempo un transcurrir sacralizado. Por medio de la fiesta del hombre se ubicó en el tiempo, lo midió, y midiéndolo creó tiempo: un tiempo extraordinario, diverso, un tiempo de metamorfosis del tiempo. Es lo que Martín Heidegger en El Ser y el Tiempo ha designado como la “temporación de la temporalidad del ser ahí”.
Así la fiesta aparece a través de la historia como un registro temporal, como un modo simbólico de medir el tiempo vivenciándolo, es decir, la fiesta es una forma de crear el tiempo; y, a la vez, la fiesta se manifiesta en todas sus fases y modalidades provista de un tiempo propio, que se inserta en la categoría temporal de lo cotidiano como diversidad y regeneración. En las sociedades tradicionales el tiempo se creaba a partir de las fiestas. El tiempo festivo como tiempo extraordinario constituía los hitos entre los que se desarrollaba el tiempo habitual; la cotidianidad no se vivía solamente con fiestas, sino entre fiestas. Hoy principalmente se mide y se crea el tiempo con relojes, con cronómetros, con computadores, que pueden partir el tiempo hasta aislar centésimas y milésimas de segundo, o resolver ecuaciones en las que el tiempo se amplifica hasta unidades de años luz. Porque actualmente se piensa el tiempo casi exclusivamente desde las concepciones físico-matemáticas o desde la idea metafísica kantiana y postkantiana, para los cuales el tiempo es una noción cuantitativa y abstracta.
Pero antaño, desde los orígenes de la historia hasta el siglo XIX, las nociones de tiempo fueron cualitativas y no abstractas, y siempre estuvieron estrechamente ligadas a la experiencia vital. La trayectoria de los astros en el cielo, los ciclos de la vegetación, las edades de la vida y el deseo de trascendencia, generaban el tiempo y hacían de él una vivienda. Se establecían así partes fundamentales como el día, el mes y el año, aunque quedaban, en la indeterminación, las unidades de tiempo menores como la hora, el minuto y el segundo, o mayores, como la centuria o el milenio. Una celebración de ritos especiales marcaba el tránsito de una etapa a otra e instauraba las fiestas, fijadas en días determinados, que se repetían a lo largo de los meses y de los años. Era una manera de crear el tiempo, afincándose en él. Al repetirse, las fiestas hacían retornar cíclicamente el pasado, y retrotraían al tiempo de los dioses, del cual se hallaba recuerdo en el mito.
Antes que se impusiera la idea de irrevocabilidad del pasado, que configuró el concepto de historia, se vivió este tiempo cíclico que fundía pasado, presente y futuro. En El Mito del Eterno Retorno, Mircea Eliade sostiene que desde la aurora de los tiempos el hombre ha repetido constantemente el acto de la creación; sus calendarios religiosos han conmemorado en el espacio de un año todas las fases cosmogónicas que tuvieron lugar en el origen.
El cristianismo: síntesis y ritualización de las nociones cíclica y lineal de la temporalidad
El judeo-cristianismo introdujo en el tiempo cíclico arcaico una noción lineal del tiempo fundada en Cristo, comienzo y fin de la historia. Por medio de la liturgia, la comunidad cristiana ha creado otro tiempo que celebra la memoria de Cristo, al proclamar su venida, actualizar su vida y profetizar su retorno a la tierra. Así se ha desarrollado entre los cristianos una vivencia ritual del tiempo, inscrito en el marco de su liturgia, en una doble tensión hacia el pasado y hacia el futuro. A través de las formas litúrgicas, el cristiano se une con el tiempo de Cristo en su venida a la tierra y se abre hacia el tiempo del nuevo advenimiento de Jesús, que pondrá fin a la historia. Al centrarse en los actos temporales de la vida de Cristo, la cronología cristiana ha adquirido la peculiaridad de desarrollarse en un ciclo ritual anual, en cuyo interior se sitúa un ciclo semanal. Así se ha constituido el calendario cristiano, marcado y caracterizado por los días de fiesta.
Dentro de la temporalidad ritual y lineal del cristianismo, la fiesta religiosa adquirió, pues, una nueva dimensión creadora del tiempo, a la vez conmemorativa y preparatoria.
De este modo, como recalca el historiador A.Y. Gurevitch, la percepción cíclica arcaica, mítica y poética del tiempo no desapareció con el cristianismo, sino que se fusionó con la concepción lineal.
Durante la era cristiana, la fiesta continuó siendo una de las instancias privilegiadas de crear el tiempo; de poner en contacto al hombre con lo sagrado y con la divinidad, y de retornar a un tiempo primero, la estadía de Cristo en la tierra.
El calendario cristiano creó en el transcurso del año un tiempo pasional y emotivo, centrado en la figura de Cristo, reforzado por la Virgen y los santos, el cual fue repetido siglo tras siglo. A la alegría de la Navidad sucedía el desenfreno del Carnaval, la contención de la Cuaresma y la tristeza de la Semana Santa. Junto a la lúgubre celebración de difuntos estaban las gozosas fiestas de primavera y de verano. Con sus estaciones y sus fases marcadas por el sol y la luna, el año sirvió como unidad básica para fijar este orden de expansiones y jolgorios. Muerte y vida, alegría y tristeza, desolación y esplendor, frío y calidez, todo quedaba ajustado a este tiempo intensamente vivido, cargado de cualidades y de hechos concretos, que se creaba en las experiencias festivas.
El tiempo festivo como reintegración del hombre al universo de lo sagrado
Y dentro de este ritmo cristiano, pasional y emotivo, cada fiesta ha sido a la vez un hito y una regeneración temporal; un reintegro del hombre al universo de lo sagrado. Ello ha supuesto una modificación del tiempo cotidiano y la vivencia de un tiempo peculiar, de exaltación y de éxtasis.
Ciertos etnólogos han planteado que el tiempo de la fiesta es un tiempo de paso entre dos planos del tiempo social. Pero el asunto se puede plantear de forma inversa, al menos en relación al tiempo de las sociedades tradicionales, porque es el tiempo cotidiano el que se desarrolla entre dos planos del tiempo festivo y no el tiempo festivo el que se extiende entre dos planos del tiempo social.
Durante la celebración festiva el tiempo se transforma y se renueva, surge un tiempo a la vez de retorno y de promesa; un tiempo de intensificación del tiempo.
Así las fiestas no son solamente una conmemoración, ni significan únicamente una ruptura o una anulación del tiempo, sino constituyen un fenómeno muchísimo más perentorio: crean tiempo al postular a la unidad absoluta de las dimensiones temporales por la fusión del pasado, presente y porvenir.
El ritmo de la temporalidad cristiana en Chile
La España barroca trasplantó a Chile el calendario festivo cristiano, forma de crear el tiempo en años, estaciones y meses, que no conocían sus pueblos indígenas.
Ese tiempo era la cadencia, acompasada, del orden emotivo de la vida de Cristo y el puente hacia la trascendencia; era el eco invertido de los ritmos del sol en el cielo y de la transformación de las estaciones sobre la faz de la tierra. Porque si bien las fiestas religiosas proyectaban el tiempo, lo actualizaban y lo hacían simultáneo al de la madre patria, la inversión estacional que experimentaban las celebraciones cristianas e hispánicas en el hemisferio sur modificaban su acontecer y su ámbito espacial.
Junto al tic-tac del reloj que en el siglo XVII marcó por primera vez, instante a instante, el paso implacable de Chronos, la campana esparció sus tañidos en el aire cristiano, fijando los ritmos horarios y los ritos, el transcurso del tiempo habitual y su detención para el culto, el jolgorio y el reposo. Sus sones encerraron a lo largo de todo el año un significado simbólico y mágico, anunciando la buena nueva o el eterno descanso, celebrando la fiesta o conjurando al demonio.
A lo largo de todo el año la campana recordaba al fiel el cumplimiento del calendario litúrgico. Y con el fin de recalcar el sentido devoto de estas fiestas, escribió el jesuita chileno Ignacio García un pequeño libro titulado Respiración del alma en efectos píos que han de ejercitarse en cada uno de los meses y fiestas del año..., que se publicó en Lima en 1775.
La fiesta religiosa recogió así el simbolismo de la liturgia, el imaginario colectivo, el fervor popular y la nueva hagiografía hispanoamericana, que estableció jerarquías e incorporó devociones mestizas en la que el culto a los santos patrones y la intensa devoción a María fueron rasgos peculiares.
Los misterios centrales del catolicismo expresados en los ciclos cristológicos –los primeros del calendario litúrgico cristiano fueron los de Navidad y Pascua de Resurrección-; la remembranza de las virtudes, heroísmos y milagros de los mártires y santos; las series hagiográficas; la dignidad de María, Virgen y Madre elevada a la divinidad en Cristo su Hijo, celebrada en las fiestas marianas, las últimas en incorporarse a la liturgia anual; todo este apretado cúmulo de dogmas y misterios, de verdades y tradiciones, se revivía año a año en las fiestas religiosas chilenas, sucediéndose en fechas fijas o en fechas variables, dentro de un determinado lapso.
A través de las fiestas religiosas se vivió en Chile la concepción cristiana del tiempo. Por eso estas celebraciones en el Reino no pueden tratarse como fenómenos puntuales, aislados, sino como manifestaciones de esa totalidad que era el año litúrgico, el cual, a su vez, como un sistema simbólico provisto de sentido, remitía a la dimensión trascendente, sobrenatural.
La semana y el mes quedaban sellados por las fiestas de Cristo, María y los santos y las estaciones del año por los grandes ciclos litúrgicos que culminaban en festividades: Adviento, Navidad, Epifanía, Cuaresma, Pascua, Pentecostés. Estos ciclos se singularizaban no sólo por el tono de los ritos dentro de las iglesias, sino por la atmósfera peculiar que creaban en la vida ciudadana, alegre y luminosa para Pascua y Navidad, triste y lóbrega para la de Cuaresma. Los colores de los ornamentos sacerdotales y de los paños litúrgicos revestían un significado simbólico y comunicaban a los fieles, a primera vista, el mensaje trascendente y estético del ceremonial sacro: morado para el Adviento y la Cuaresma como expresión de la ascesis que debe preparar la venida del Niño y la Pasión, respectivamente; verde esperanza en Navidad y Epifanía; blanco resplandeciente para Pascua de Resurrección, y rojo fuego para Pentecostés.
En Chile, las fiestas religiosas se inscribían, pues, en un ciclo anual, en el que había ritmos estacionales bien marcados, ya que, originalmente, subyació a muchas de estas fiestas cristianas una anterior celebración pagana que no pudo ser extinguida, sino sólo modificada en sus signos y en su sentido.
La Resurrección de Jesús, por ejemplo, se celebra el domingo siguiente del equinoccio de marzo, para que no se identifique con la Pascua hebrea y para señalar el cambio de tono del Antiguo Testamento –que está dado de la ley- al tono del Nuevo Testamento –que proviene de la gracia-. Por otra parte, el 25 de diciembre, Pascua de Navidad, se celebraba en Roma antes de la venida de Cristo el solsticio de invierno. El cristianismo opuso al mito pagano del nacimiento del sol, la realidad de Cristo Dios llegado al mundo como sol que nunca se ocultará.
Pero en este Reino el sentido estacional de la fiesta se invertía por el cambio de hemisferio, lo que llevó en ciertas ocasiones, sobre todo en las fiestas que caían en pleno invierno, a la incoherencia entre el clima y el ritual, que redundó en modificaciones, en rechazos y, finalmente, en cierta desarticulación del ceremonial festivo. Así la Navidad invernal originaria se transformó aquí en una calurosa celebración; la primaveral semana santa, en una melancólica y otoñal conmemoración, quizá más ajustada a su significado primigenio; y el vistoso ceremonial al aire libre de la fiesta de Santiago hubo de llevarse a cabo, en ciertas oportunidades, en medio de lluvias torrenciales.
“La fiesta incesante”
En 1696 el número total de todas las fiestas religiosas en el reino de Chile sumaban 94 más los 52 domingos, lo que daba un total de 146 días, pero no todos ellos eran feriados, ni de precepto.
En 1760 el número de días festivos había aumentado a 101, incluyendo los días de vigilia. Puede decirse, entonces que casi una tercera parte del año, incluyendo los 52 domingos, se dedicaban a actividades “no funcionales”, cifra a la que habría que agregar las efemérides cívicas y religiosas ocasionales, derivadas del acontecer histórico.
Desde el punto de vista filosófico y teológico, el calendario litúrgico del Reino de Chile era, pues, la secuencia de una fiesta tras otra, la “fiesta incesante”, como la ha llamado el filósofo Josef Pieper; la “fiesta eterna”, como la denominara Orígenes ya en los albores de la era cristiana, que constituye, de hecho, la liturgia de la Iglesia y cuyo sentido más profundo está en la aceptación del mundo y en la permanente alabanza cultural a Dios por todo lo creado.
A los ojos del historiador actual, esta abundancia de fiestas es uno de los más claros índices de la religiosidad, el tradicionalismo y del carácter premoderno de la sociedad chilena del período estudiado. En el ámbito de la cultura, la modernidad empezó justamente con la restricción de la fiesta a comienzos del siglo XIX, que, no por casualidad, coincidió con la Independencia. Esta restricción implicó la imposición de una nueva racionalidad que reorientó el sentido del trabajo y el uso de los excedentes.
Sin duda, la importancia cuantitativa y simbólica que la fiesta alcanzó en Chile durante el período en estudio, fue una herencia hispana premoderna reforzada por el legado aborigen. Porque los rituales y ceremonias constituyen hasta hoy piedras angulares del mundo cultural indígena. Si América fue el crisol donde se amalgamaron razas y sangres, mentalidades y costumbres, también fue del gran adoratorio, donde confluyeron imágenes y cultos, celebraciones y rituales, el telúrico escenario donde se desplegaron fusionados los afanes festivos y la capacidad lúdica de conquistadores y conquistados.
Clases de fiestas religiosas
El sistema de las fiestas religiosas en el Reino de Chile era complicado. Existían las fiestas fijas, en fechas determinadas, y las fiestas movibles, cuyas fechas variaban en el curso de los años; las fiestas religiosas de precepto, que eran todas aquellas en que era obligatorio oír misa y abstenerse de trabajar; las fiestas de tabla y las fiestas votivas, en algunas de las cuales la celebración era obligatoria; los días de vísperas de tablas y los días de punto o períodos entre fiestas; por otra parte, estaban todas las fiestas religiosas ocasionales, en las cuales se llamaba a la celebración por medio de bandos.
Una carta del gobernador de Chile Tomás Marín de Poveda al Rey, con fecha 2 de junio de 1696, pone en conocimiento de la abultada lista de fiestas religiosas existentes en Chile a fines del siglo XVII y de sus distintas clases, las de tabla, las de precepto, las que guarda la Audiencia y las que se habían guardado hasta entonces.
El año 1760 el Cabildo de Santiago recogió y sistematizó toda la normativa referente a las fiestas religiosas que se realizaban en la ciudad a lo largo de todo el año y la puso por escrito, en la “Tabla de la Ceremonia y Etiqueta que observará el Ilustre Cabildo en todas sus “fiestas”, mencionada, reglamento cuyo conocimiento es indispensable para la reconstitución del ritual festivo chileno.
Fiestas fijas
Por medio de las fiestas fijas, el año quedaba enmarcado y compartimentado por una red sagrada que se iniciaba en enero con la Circuncisión del Señor y concluía en diciembre con las fiestas de Navidad.
Cada semana, además, el domingo reiteraba la importancia de la celebración festiva.
El domingo era la expresión semanal de la fiesta, la interrupción del tiempo corto por la sacralidad y el jolgorio.
Desde los primeros siglos cristianos el domingo –dominicum = día del Señor- había estado vinculado a la misa y aún se identificó con ella. En el imperio romano, Novaciano reprendía a aquellos cristianos que después de haber asistido a misa y llevado consigo el pan consagrado, se apresuraban a frecuentar las diversiones lúbricas del circo. Pero, como demostró la historia, triunfó el afán lúdico del hombre.
Fiestas movibles, ciclos festivos religiosos y celebraciones extraordinarias
La tupida red de fiestas religiosas fijas, se intercalaba con celebraciones movibles y ciclos festivos de dos o más días, que se sucedían a lo largo del año para celebrar los misterios cristianos.
Al conjunto de todas las celebraciones fijas y movibles que integraban el ciclo religioso anual se agregaban las celebraciones extraordinarias, organizadas en razón de algún motivo especial, ya fuera trágico o alegre. Innumerables fueron, por ejemplo, las procesiones de rogativa que organizó a lo largo de todo el período el Cabildo santiaguino para alejar los acontecimientos aciagos. En su carácter de vocero de los vecinos y de sus preocupaciones, a este organismo le correspondía tomar las medidas oportunas cuando una calamidad pública, terremoto, sequía o epidemia, amenazaba a la ciudad, porque en aquella época, para enfrentarse a los rigores de la naturaleza, no cabía otro recurso que encomendarse a la misericordia de Dios, e implorar su perdón. Esta idea fue, en efecto, lo que impregnó todos los acuerdos consignados en las actas, en las cuales se tenía siempre buen cuidado de dejar constancia de que cualquier azote o desgracia no podía tener otro origen que los pecados de la comunidad y, por tanto, su remedio pasaba por la penitencia y las rogativas públicas, con las cuales se podía intentar aplacar la ira divina. Estas celebraciones pueden ser consideradas como fiestas debido al espíritu que las animaba.
Así, en una sociedad precapitalista, premoderna y antipragmática, como era la chilena de esa época, no era el ritmo del trabajo –como hoy- lo que determinaba el tiempo, sino justamente el ritmo de las celebraciones. La fiesta en Chile era la que creaba el tiempo y no el trabajo; porque era el tiempo festivo el que daba la pauta de la creación de temporalidad y el tiempo de labor era un tiempo “entre fiestas”. Lo interesante era entonces que lo extraordinario daba la pauta de lo ordinario. Y ésta es una de las grandes diferencias entre la sociedad premoderna y la moderna. En Chile, casi un tercio del año estaba ocupado entonces por lo “no funcional”, es decir, dedicado a lo que da sentido a toda la funcionalidad: lo sagrado.
Proyección del folklore
Acercarnos a una proyección estética del folklore coreográfico nos obliga de antemano a plantearnos una serie de interrogante que ayudaran a debelar esencia del asunto:
Asumiendo que el concepto proyección referido al folklore esta medianamente claro, cabe entonce iniciar el proceso de definir, diseñar y seleccionar aquello que es dable llevar a escena (o cualquier manifestación del arte)y que permita una visión lo mas cercana posible al fenómeno, hecho o acontecer que le da origen.
Las leyes y principios escénicos permiten, en algunas medidas, ciertas licencias que pueden tergiversar o transformar totalmente una idea, un hecho, un ambiente.
El espacio escénico, en el caso de la acción teatral, es un espacio virtual que escapa de las dimensiones de un espacio físico determinado. Un espacio teatral (escenario, gimnasio, o salón adaptado para la escena), además de su cotas particulares, adquieren aquellas que el desarrollo escénico le proporciona, aquellas que las motivaciones del creador, interprete y diseñador le puedan aportar. Así, un escenario común puede transformarse en cielo, mar, tierra, hogar, templo, por citar algunos casos. Ese es el espacio virtual y transformable el que, de algunas manera determinara e influirá en el resultado final de una “puesta en escena”.
Puesta o montaje que deberá tener paso claro y precisos para seguir su desarrollo lógico. La motivación, tema o idea básica a proyectar, es definitoria para la búsqueda del lenguaje escénico y de los elemento plástico laminícos, sonoros y ambientadores.
Cabe hacer presente aquí que el trabajar con la Cultura Tradicional involucra una postura respetuosa frente a todas aquellas manifestaciones del hombre que le permiten ser y estar en su propio tiempo y espacio.
Son estas dimensiones las que dificultan generalmente el desarrollo y puesta en escena de algunas manifestaciones de carácter folklórico, el conocimiento, uso y manejo del tiempo teatral escénicos fundamental para el logro adecuado de una obra, una escena de danza. El arte escénico es un compendio de la realidad, una obstracción de la misma, una interpretación (objetiva u subjetiva) y un planteamiento personal o colectivo las dimensiones de tiempo y espacio estan definidas por la acción, obra o contenido que se representa. Adquieren mayor o menor importancia según sea su trabajo y desarrollo escénico planteando, desarrollo que en el caso especifico del folklore coreográfico que nos preocupa adquiere mayor relevancia por cuanto esta implícito un valor significativo.
Los modulo expresivo de una danza, sus evoluciones y diseños (de piso y espacio), están fuertemente cargados significativamente y funcionalmente. Son ellos los que en definitiva deberían definir, de alguna manera, la puesta en escena. Cada giro, desplazamiento, además, están diciendo algo, tanto al que no ejecuta como al que lo observa, pero no lo mismo a cada uno.
Develar el sentido y significado del gesto debiera ser tarea fundamental de quien intenta proyectar un baile, a fin de hacer de dicho gesto un lenguaje común y comprensible.
LUGARES DESTACADOS DE LAS FIESTAS TRADICIONALES DE NUESTRA REGIÓN
COBQUECURA
NINHUE
Coihueco y sus raíces criollas
San Sebastián de Yumbel
El descanso siempre ha sido muy importante en el desarrollo de las comunidades y pueblos en general, de hecho “Dios descanso el séptimo día”, cuando hizo al mundo, muy de la mano va el divertimiento, esparcimiento o recreación, allí nacen los juegos, la música, el baile, Como también lo días dedicados a la fe. Allí nacen los festivos el más importante 25 de diciembre, nacimiento de Jesús, el hijo de Dios.
En chile, las festividades comienzan a través de la danza y bailes empiezan a aparecen en salones, chinganas y cualquier centro de recreación y esparcimiento.
Es anónimo, pues pertenece al patrimonio de la colectividad, esta característica la determina el hecho que el artista popular ejecuta su obra con un fin práctico, por lo cual no les da a sus obras un valor esencialmente estético; no se empeña en individualizar su obra. La cultura popular es la expresión formal, espiritual, material y tradicional del pueblo, cuyas raíces más profundas están en el pasado y que sobreviven en virtud del espíritu conservador de la gente común.
Las fiestas religiosas y romerías populares son expresiones de la religiosidad latinoamericana que se formó con la influencia de España, “en ellas se manifiestan la devoción religiosa, las ceremonias rituales, las procesiones, las romerías de peregrinos, el alborozo colectivo, las diversiones populares y las actividades económico-religiosas. [...] Una actitud de unión al Ser Supremo, a los santos y a los hechos religiosos de permanente vigencia y que se recuerdan en días especiales que se convierten en fiestas y romerías”.
Algunas devociones cristianas fueron introducidas en Hispanoamérica por las comunidades religiosas en la época de la conquista y colonia, por ejemplo la Virgen del Rosario por los Dominicos, San Francisco de Asís y la Navidad por los Franciscanos, la Candelaria por los Agustinos, la Virgen del Carmen por las Carmelitas, etc. y continúan vigentes. En el sur de Chile, en Chiloé continúa con plena vigencia la Fiesta del Nazareno de Caguach, la Fiesta de la Cruz de Mayo y la Fiesta de San Pedro se celebran en todo nuestro país, Fiesta de la Candelaria en el norte y sur; y la Fiesta de La Tirana en el pueblo del mismo nombre, al interior de Iquique.
En Chile, como en todo Latinoamérica los romeros o prometeros rinden su homenaje de gratitud a la Virgen, hacen mandas o promesas, asisten con devoción a las misas y procesiones o participan en cofradías de bailes religiosos.
En este contexto, algunas de las expresiones de religiosidad popular más arraigadas en la cultura tradicional chilena son las danzas o bailes religiosos, elCanto a lo Divino junto a las lanchas y danzas que lo acompañan en la zona central y la quema del judas en Valparaíso
En la gestación de la danza ceremonial y religiosa surgen una serie de agrupaciones denominadas Hermandades, Cofradías, Bailes o Sociedades, que poseen una rica gama de evoluciones coreográficas interrelacionadas individuales, en parejas y en grupo; en las que se reconocen formas originadas de la contradanza europea. Algunas de estas danzas religiosas presentes en Chile son La Diablada, Los Morenos, Gitanos, Pieles Rojas, Zambos Caporales, Tinkus y Callaguallas en todo el norte y centro de Chile; el Danza de banderas, tradicional en la fiesta del Nazareno de Caguach en Chiloé; Los bailes chinos en Chile Central, las Danzas y las Lanchas que sólo se bailan en el sur de la región de Coquimbo y en norte de la región de Valparaíso durante las vigilias con Canto a lo Divino.
LO SAGRADO COMO RAÍZ DE LA FIESTA
Desde sus orígenes hasta hoy, la fiesta “festiva por excelencia”, como la llama Josef Pieper, ha estado ligada a lo sagrado. Porque ha sido la dimensión trascendente del hombre la que se ha expresado en ella a lo largo de los siglos, insertándose como un interludio y, a la vez, como un enaltecimiento de lo cotidiano.
En los albores de la historia se configuró la institución festiva como un intervalo de sacralidad en el transcurrir de todos los días; como una mímesis revividora de los gestos de los dioses; como una pausa en los afanes y labores, para dirigir la mirada hacia lo alto; como una manera de medir el tiempo y, a la vez, como un trascender de lo cotidiano; como una transformación creadora del mundo mediante el arte, bajo la inspiración del paradigma sagrado; como una donación, una ofrenda de bienes y pertenencias para entregarlos a los hombres y a la divinidad, y como una catarsis depuradora que llevaba al reencuentro del hombre con Dios, con los demás y consigo mismo, en el olvido de sí.
El Barroco fue la última etapa histórica que dio aliento existencial y estético a la fiesta religiosa. Porque, a partir de la Ilustración, desatados los vínculos sagrados y generalizados el proceso de laicización, la institución festiva inició una larga etapa de crisis.
Sólo un puñado de estas formas festivas tradicionales creadas durante la edad barroca han predivido en Chile y en Latinoamérica hasta hoy, refugiadas en las llamadas religiosidad y cultura populares. Ellas son testimonio de una época que hizo de lo místico el sentido de toda funcionalidad, que creó el tiempo a partir de la fiesta; que orientó el trabajo y encauzó el uso de los recursos hacia lo trascendente.
En un mundo regido por el trabajo, como es el de nuestros días, que se plantea el tiempo libre como suspensión de las labores habituales -esos son fundamentalmente los feriados y las vacaciones-, que restringe las celebraciones tradicionales o las traslada de fecha para no restar días a la productividad, puede resultar de interés el conocimiento de la institución festiva como experiencia vital orientada por lo sagrado.
Lo numinoso como origen de la fiesta
Según ha expresado Mircea Eliade, historiador de las religiones, lo sagrado y lo profano constituyen dos modalidades de estar en el mundo, dos situaciones existenciales asumidas por el hombre a lo largo de su historia. El hombre de las sociedades tradicionales fue un homo religiosus, y aunque no existe un único comportamiento para expresar lo sagrado, pues éste ha variado de acuerdo a la temporalidad, la experiencia religiosa tiene unos rasgos y unas dimensiones específicas, estrechamente relacionadas con la institución festiva, que ha constituido su más señalada expresión.
La fiesta tuvo, pues, su origen en la vivencia colectiva y social de lo sagrado. Mientras la experiencia religiosa individual deviene generalmente un proceso de interiorización de lo sagrado, la experiencia religiosa colectiva es en esencia exteriorización a través de la dramatización. Así se ha expresado la conciencia sagrada en el comportamiento colectivo durante el curso de los siglos.
El filósofo y teólogo alemán Rudolf Otto (1867-1934), en su libro Lo Santo (Das Hailige, 1917), expone una sugerente teoría para explicar la relación del hombre con lo sagrado. En lugar de estudiar las ideas de Dios y de religión, Otto analizó las modalidades de la experiencia religiosa, descomponiéndola en tres fuerzas fundamentales: lo terrible de la divinidad, es decir, su comprensión como mysterium tremendum que implica una dinámica de atracción-repulsión traducida en actitudes y gestos de humildad, invocación, sobrecogimiento y exaltación; la magestas de Dios, el entendimiento de su inaccesibilidad, frente a la cual el hombre experimenta un sentimiento de dependencia y de aniquilamiento del yo, y, por último, la energía, la mobilitas Dei, el Dios vivo, pleno de actividad, cuyo abrasador fuego amoroso invita al hombre a unirse con él, a representarlo, a instaurar un ritual, a configurar un culto.
Otto designa todas estas experiencias como numinosas (del latín numen = dios), que constituirían la forma primera y más auténtica de la vivencia religiosa. Así, la relación del hombre con lo sagrado no se habría establecido originariamente, en los niveles racionales ni conscientes, sino se enraizaría aún más profundamente, en su vida anímica y prerreflexiva. En un impulso primordial, el hombre se puso así en contacto con esta categoría primigenia de lo sagrado, lo numinoso, que dio nacimiento al mito y al símbolo, a la utopía y al mesianismo, al arte y a la fiesta.
Desde sus orígenes, la fiesta ha estado, pues, ligada indisolublemente a la sensibilidad de lo numinoso y, por ende, a la religión, de la cual, a su vez, lo numinoso es la experiencia interior primera.
El más allá se abrió para el hombre con la experiencia numinosa, inclinándose a ligar a él su propia inmanencia y la del mundo. Así le fue revelada a la humanidad la insuficiencia del orden cotidiano, de la rutina de la vida y la existencia de un mundo sobrenatural. Éste sería, en principio, el sentido fundamental de toda religión como tensión hacia lo que Heidegger llama “el Ser” que lleva a descubrir otro sentido en el mundo.
La fiesta ha sido así, a lo largo de la historia, una forma y una ocasión para comunicarse con Dios a través de los lenguajes sagrados. Una versión, a veces un residuo de la fiesta sagrada, puede ser considerada la fiesta profana, surgida ya en la antigüedad, y la apoteosis y el espectáculo del poder que la han caracterizado son susceptibles de ser interpretadas como una derivación del impulso numinoso.
El Barroco, según señalara Werner Weisbach, recobró ese sentido primigenio y emocional de la vivencia religiosa que se ha designado como lo numinoso y puso en comunicación directa al fiel con la divinidad a través del arte y de la fiesta. Elevado a una categoría absoluta de derecho divino, el poder real usufructuó más plenamente que en épocas anteriores de los lenguajes sagrados en su propio beneficio, sirviéndose de las formas originarias de la fiesta religiosa para ponerlas al servicio de la exaltación de la persona del monarca.
La fiesta religiosa como sacralización del tiempo
Desde los inicios de la historia la experiencia festiva hizo del tiempo un transcurrir sacralizado. Por medio de la fiesta del hombre se ubicó en el tiempo, lo midió, y midiéndolo creó tiempo: un tiempo extraordinario, diverso, un tiempo de metamorfosis del tiempo. Es lo que Martín Heidegger en El Ser y el Tiempo ha designado como la “temporación de la temporalidad del ser ahí”.
Así la fiesta aparece a través de la historia como un registro temporal, como un modo simbólico de medir el tiempo vivenciándolo, es decir, la fiesta es una forma de crear el tiempo; y, a la vez, la fiesta se manifiesta en todas sus fases y modalidades provista de un tiempo propio, que se inserta en la categoría temporal de lo cotidiano como diversidad y regeneración. En las sociedades tradicionales el tiempo se creaba a partir de las fiestas. El tiempo festivo como tiempo extraordinario constituía los hitos entre los que se desarrollaba el tiempo habitual; la cotidianidad no se vivía solamente con fiestas, sino entre fiestas. Hoy principalmente se mide y se crea el tiempo con relojes, con cronómetros, con computadores, que pueden partir el tiempo hasta aislar centésimas y milésimas de segundo, o resolver ecuaciones en las que el tiempo se amplifica hasta unidades de años luz. Porque actualmente se piensa el tiempo casi exclusivamente desde las concepciones físico-matemáticas o desde la idea metafísica kantiana y postkantiana, para los cuales el tiempo es una noción cuantitativa y abstracta.
Pero antaño, desde los orígenes de la historia hasta el siglo XIX, las nociones de tiempo fueron cualitativas y no abstractas, y siempre estuvieron estrechamente ligadas a la experiencia vital. La trayectoria de los astros en el cielo, los ciclos de la vegetación, las edades de la vida y el deseo de trascendencia, generaban el tiempo y hacían de él una vivienda. Se establecían así partes fundamentales como el día, el mes y el año, aunque quedaban, en la indeterminación, las unidades de tiempo menores como la hora, el minuto y el segundo, o mayores, como la centuria o el milenio. Una celebración de ritos especiales marcaba el tránsito de una etapa a otra e instauraba las fiestas, fijadas en días determinados, que se repetían a lo largo de los meses y de los años. Era una manera de crear el tiempo, afincándose en él. Al repetirse, las fiestas hacían retornar cíclicamente el pasado, y retrotraían al tiempo de los dioses, del cual se hallaba recuerdo en el mito.
Antes que se impusiera la idea de irrevocabilidad del pasado, que configuró el concepto de historia, se vivió este tiempo cíclico que fundía pasado, presente y futuro. En El Mito del Eterno Retorno, Mircea Eliade sostiene que desde la aurora de los tiempos el hombre ha repetido constantemente el acto de la creación; sus calendarios religiosos han conmemorado en el espacio de un año todas las fases cosmogónicas que tuvieron lugar en el origen.
El cristianismo: síntesis y ritualización de las nociones cíclica y lineal de la temporalidad
El judeo-cristianismo introdujo en el tiempo cíclico arcaico una noción lineal del tiempo fundada en Cristo, comienzo y fin de la historia. Por medio de la liturgia, la comunidad cristiana ha creado otro tiempo que celebra la memoria de Cristo, al proclamar su venida, actualizar su vida y profetizar su retorno a la tierra. Así se ha desarrollado entre los cristianos una vivencia ritual del tiempo, inscrito en el marco de su liturgia, en una doble tensión hacia el pasado y hacia el futuro. A través de las formas litúrgicas, el cristiano se une con el tiempo de Cristo en su venida a la tierra y se abre hacia el tiempo del nuevo advenimiento de Jesús, que pondrá fin a la historia. Al centrarse en los actos temporales de la vida de Cristo, la cronología cristiana ha adquirido la peculiaridad de desarrollarse en un ciclo ritual anual, en cuyo interior se sitúa un ciclo semanal. Así se ha constituido el calendario cristiano, marcado y caracterizado por los días de fiesta.
Dentro de la temporalidad ritual y lineal del cristianismo, la fiesta religiosa adquirió, pues, una nueva dimensión creadora del tiempo, a la vez conmemorativa y preparatoria.
De este modo, como recalca el historiador A.Y. Gurevitch, la percepción cíclica arcaica, mítica y poética del tiempo no desapareció con el cristianismo, sino que se fusionó con la concepción lineal.
Durante la era cristiana, la fiesta continuó siendo una de las instancias privilegiadas de crear el tiempo; de poner en contacto al hombre con lo sagrado y con la divinidad, y de retornar a un tiempo primero, la estadía de Cristo en la tierra.
El calendario cristiano creó en el transcurso del año un tiempo pasional y emotivo, centrado en la figura de Cristo, reforzado por la Virgen y los santos, el cual fue repetido siglo tras siglo. A la alegría de la Navidad sucedía el desenfreno del Carnaval, la contención de la Cuaresma y la tristeza de la Semana Santa. Junto a la lúgubre celebración de difuntos estaban las gozosas fiestas de primavera y de verano. Con sus estaciones y sus fases marcadas por el sol y la luna, el año sirvió como unidad básica para fijar este orden de expansiones y jolgorios. Muerte y vida, alegría y tristeza, desolación y esplendor, frío y calidez, todo quedaba ajustado a este tiempo intensamente vivido, cargado de cualidades y de hechos concretos, que se creaba en las experiencias festivas.
El tiempo festivo como reintegración del hombre al universo de lo sagrado
Y dentro de este ritmo cristiano, pasional y emotivo, cada fiesta ha sido a la vez un hito y una regeneración temporal; un reintegro del hombre al universo de lo sagrado. Ello ha supuesto una modificación del tiempo cotidiano y la vivencia de un tiempo peculiar, de exaltación y de éxtasis.
Ciertos etnólogos han planteado que el tiempo de la fiesta es un tiempo de paso entre dos planos del tiempo social. Pero el asunto se puede plantear de forma inversa, al menos en relación al tiempo de las sociedades tradicionales, porque es el tiempo cotidiano el que se desarrolla entre dos planos del tiempo festivo y no el tiempo festivo el que se extiende entre dos planos del tiempo social.
Durante la celebración festiva el tiempo se transforma y se renueva, surge un tiempo a la vez de retorno y de promesa; un tiempo de intensificación del tiempo.
Así las fiestas no son solamente una conmemoración, ni significan únicamente una ruptura o una anulación del tiempo, sino constituyen un fenómeno muchísimo más perentorio: crean tiempo al postular a la unidad absoluta de las dimensiones temporales por la fusión del pasado, presente y porvenir.
El ritmo de la temporalidad cristiana en Chile
La España barroca trasplantó a Chile el calendario festivo cristiano, forma de crear el tiempo en años, estaciones y meses, que no conocían sus pueblos indígenas.
Ese tiempo era la cadencia, acompasada, del orden emotivo de la vida de Cristo y el puente hacia la trascendencia; era el eco invertido de los ritmos del sol en el cielo y de la transformación de las estaciones sobre la faz de la tierra. Porque si bien las fiestas religiosas proyectaban el tiempo, lo actualizaban y lo hacían simultáneo al de la madre patria, la inversión estacional que experimentaban las celebraciones cristianas e hispánicas en el hemisferio sur modificaban su acontecer y su ámbito espacial.
Junto al tic-tac del reloj que en el siglo XVII marcó por primera vez, instante a instante, el paso implacable de Chronos, la campana esparció sus tañidos en el aire cristiano, fijando los ritmos horarios y los ritos, el transcurso del tiempo habitual y su detención para el culto, el jolgorio y el reposo. Sus sones encerraron a lo largo de todo el año un significado simbólico y mágico, anunciando la buena nueva o el eterno descanso, celebrando la fiesta o conjurando al demonio.
A lo largo de todo el año la campana recordaba al fiel el cumplimiento del calendario litúrgico. Y con el fin de recalcar el sentido devoto de estas fiestas, escribió el jesuita chileno Ignacio García un pequeño libro titulado Respiración del alma en efectos píos que han de ejercitarse en cada uno de los meses y fiestas del año..., que se publicó en Lima en 1775.
La fiesta religiosa recogió así el simbolismo de la liturgia, el imaginario colectivo, el fervor popular y la nueva hagiografía hispanoamericana, que estableció jerarquías e incorporó devociones mestizas en la que el culto a los santos patrones y la intensa devoción a María fueron rasgos peculiares.
Los misterios centrales del catolicismo expresados en los ciclos cristológicos –los primeros del calendario litúrgico cristiano fueron los de Navidad y Pascua de Resurrección-; la remembranza de las virtudes, heroísmos y milagros de los mártires y santos; las series hagiográficas; la dignidad de María, Virgen y Madre elevada a la divinidad en Cristo su Hijo, celebrada en las fiestas marianas, las últimas en incorporarse a la liturgia anual; todo este apretado cúmulo de dogmas y misterios, de verdades y tradiciones, se revivía año a año en las fiestas religiosas chilenas, sucediéndose en fechas fijas o en fechas variables, dentro de un determinado lapso.
A través de las fiestas religiosas se vivió en Chile la concepción cristiana del tiempo. Por eso estas celebraciones en el Reino no pueden tratarse como fenómenos puntuales, aislados, sino como manifestaciones de esa totalidad que era el año litúrgico, el cual, a su vez, como un sistema simbólico provisto de sentido, remitía a la dimensión trascendente, sobrenatural.
La semana y el mes quedaban sellados por las fiestas de Cristo, María y los santos y las estaciones del año por los grandes ciclos litúrgicos que culminaban en festividades: Adviento, Navidad, Epifanía, Cuaresma, Pascua, Pentecostés. Estos ciclos se singularizaban no sólo por el tono de los ritos dentro de las iglesias, sino por la atmósfera peculiar que creaban en la vida ciudadana, alegre y luminosa para Pascua y Navidad, triste y lóbrega para la de Cuaresma. Los colores de los ornamentos sacerdotales y de los paños litúrgicos revestían un significado simbólico y comunicaban a los fieles, a primera vista, el mensaje trascendente y estético del ceremonial sacro: morado para el Adviento y la Cuaresma como expresión de la ascesis que debe preparar la venida del Niño y la Pasión, respectivamente; verde esperanza en Navidad y Epifanía; blanco resplandeciente para Pascua de Resurrección, y rojo fuego para Pentecostés.
En Chile, las fiestas religiosas se inscribían, pues, en un ciclo anual, en el que había ritmos estacionales bien marcados, ya que, originalmente, subyació a muchas de estas fiestas cristianas una anterior celebración pagana que no pudo ser extinguida, sino sólo modificada en sus signos y en su sentido.
La Resurrección de Jesús, por ejemplo, se celebra el domingo siguiente del equinoccio de marzo, para que no se identifique con la Pascua hebrea y para señalar el cambio de tono del Antiguo Testamento –que está dado de la ley- al tono del Nuevo Testamento –que proviene de la gracia-. Por otra parte, el 25 de diciembre, Pascua de Navidad, se celebraba en Roma antes de la venida de Cristo el solsticio de invierno. El cristianismo opuso al mito pagano del nacimiento del sol, la realidad de Cristo Dios llegado al mundo como sol que nunca se ocultará.
Pero en este Reino el sentido estacional de la fiesta se invertía por el cambio de hemisferio, lo que llevó en ciertas ocasiones, sobre todo en las fiestas que caían en pleno invierno, a la incoherencia entre el clima y el ritual, que redundó en modificaciones, en rechazos y, finalmente, en cierta desarticulación del ceremonial festivo. Así la Navidad invernal originaria se transformó aquí en una calurosa celebración; la primaveral semana santa, en una melancólica y otoñal conmemoración, quizá más ajustada a su significado primigenio; y el vistoso ceremonial al aire libre de la fiesta de Santiago hubo de llevarse a cabo, en ciertas oportunidades, en medio de lluvias torrenciales.
“La fiesta incesante”
En 1696 el número total de todas las fiestas religiosas en el reino de Chile sumaban 94 más los 52 domingos, lo que daba un total de 146 días, pero no todos ellos eran feriados, ni de precepto.
En 1760 el número de días festivos había aumentado a 101, incluyendo los días de vigilia. Puede decirse, entonces que casi una tercera parte del año, incluyendo los 52 domingos, se dedicaban a actividades “no funcionales”, cifra a la que habría que agregar las efemérides cívicas y religiosas ocasionales, derivadas del acontecer histórico.
Desde el punto de vista filosófico y teológico, el calendario litúrgico del Reino de Chile era, pues, la secuencia de una fiesta tras otra, la “fiesta incesante”, como la ha llamado el filósofo Josef Pieper; la “fiesta eterna”, como la denominara Orígenes ya en los albores de la era cristiana, que constituye, de hecho, la liturgia de la Iglesia y cuyo sentido más profundo está en la aceptación del mundo y en la permanente alabanza cultural a Dios por todo lo creado.
A los ojos del historiador actual, esta abundancia de fiestas es uno de los más claros índices de la religiosidad, el tradicionalismo y del carácter premoderno de la sociedad chilena del período estudiado. En el ámbito de la cultura, la modernidad empezó justamente con la restricción de la fiesta a comienzos del siglo XIX, que, no por casualidad, coincidió con la Independencia. Esta restricción implicó la imposición de una nueva racionalidad que reorientó el sentido del trabajo y el uso de los excedentes.
Sin duda, la importancia cuantitativa y simbólica que la fiesta alcanzó en Chile durante el período en estudio, fue una herencia hispana premoderna reforzada por el legado aborigen. Porque los rituales y ceremonias constituyen hasta hoy piedras angulares del mundo cultural indígena. Si América fue el crisol donde se amalgamaron razas y sangres, mentalidades y costumbres, también fue del gran adoratorio, donde confluyeron imágenes y cultos, celebraciones y rituales, el telúrico escenario donde se desplegaron fusionados los afanes festivos y la capacidad lúdica de conquistadores y conquistados.
Clases de fiestas religiosas
El sistema de las fiestas religiosas en el Reino de Chile era complicado. Existían las fiestas fijas, en fechas determinadas, y las fiestas movibles, cuyas fechas variaban en el curso de los años; las fiestas religiosas de precepto, que eran todas aquellas en que era obligatorio oír misa y abstenerse de trabajar; las fiestas de tabla y las fiestas votivas, en algunas de las cuales la celebración era obligatoria; los días de vísperas de tablas y los días de punto o períodos entre fiestas; por otra parte, estaban todas las fiestas religiosas ocasionales, en las cuales se llamaba a la celebración por medio de bandos.
Una carta del gobernador de Chile Tomás Marín de Poveda al Rey, con fecha 2 de junio de 1696, pone en conocimiento de la abultada lista de fiestas religiosas existentes en Chile a fines del siglo XVII y de sus distintas clases, las de tabla, las de precepto, las que guarda la Audiencia y las que se habían guardado hasta entonces.
El año 1760 el Cabildo de Santiago recogió y sistematizó toda la normativa referente a las fiestas religiosas que se realizaban en la ciudad a lo largo de todo el año y la puso por escrito, en la “Tabla de la Ceremonia y Etiqueta que observará el Ilustre Cabildo en todas sus “fiestas”, mencionada, reglamento cuyo conocimiento es indispensable para la reconstitución del ritual festivo chileno.
Fiestas fijas
Por medio de las fiestas fijas, el año quedaba enmarcado y compartimentado por una red sagrada que se iniciaba en enero con la Circuncisión del Señor y concluía en diciembre con las fiestas de Navidad.
Cada semana, además, el domingo reiteraba la importancia de la celebración festiva.
El domingo era la expresión semanal de la fiesta, la interrupción del tiempo corto por la sacralidad y el jolgorio.
Desde los primeros siglos cristianos el domingo –dominicum = día del Señor- había estado vinculado a la misa y aún se identificó con ella. En el imperio romano, Novaciano reprendía a aquellos cristianos que después de haber asistido a misa y llevado consigo el pan consagrado, se apresuraban a frecuentar las diversiones lúbricas del circo. Pero, como demostró la historia, triunfó el afán lúdico del hombre.
Fiestas movibles, ciclos festivos religiosos y celebraciones extraordinarias
La tupida red de fiestas religiosas fijas, se intercalaba con celebraciones movibles y ciclos festivos de dos o más días, que se sucedían a lo largo del año para celebrar los misterios cristianos.
Al conjunto de todas las celebraciones fijas y movibles que integraban el ciclo religioso anual se agregaban las celebraciones extraordinarias, organizadas en razón de algún motivo especial, ya fuera trágico o alegre. Innumerables fueron, por ejemplo, las procesiones de rogativa que organizó a lo largo de todo el período el Cabildo santiaguino para alejar los acontecimientos aciagos. En su carácter de vocero de los vecinos y de sus preocupaciones, a este organismo le correspondía tomar las medidas oportunas cuando una calamidad pública, terremoto, sequía o epidemia, amenazaba a la ciudad, porque en aquella época, para enfrentarse a los rigores de la naturaleza, no cabía otro recurso que encomendarse a la misericordia de Dios, e implorar su perdón. Esta idea fue, en efecto, lo que impregnó todos los acuerdos consignados en las actas, en las cuales se tenía siempre buen cuidado de dejar constancia de que cualquier azote o desgracia no podía tener otro origen que los pecados de la comunidad y, por tanto, su remedio pasaba por la penitencia y las rogativas públicas, con las cuales se podía intentar aplacar la ira divina. Estas celebraciones pueden ser consideradas como fiestas debido al espíritu que las animaba.
Así, en una sociedad precapitalista, premoderna y antipragmática, como era la chilena de esa época, no era el ritmo del trabajo –como hoy- lo que determinaba el tiempo, sino justamente el ritmo de las celebraciones. La fiesta en Chile era la que creaba el tiempo y no el trabajo; porque era el tiempo festivo el que daba la pauta de la creación de temporalidad y el tiempo de labor era un tiempo “entre fiestas”. Lo interesante era entonces que lo extraordinario daba la pauta de lo ordinario. Y ésta es una de las grandes diferencias entre la sociedad premoderna y la moderna. En Chile, casi un tercio del año estaba ocupado entonces por lo “no funcional”, es decir, dedicado a lo que da sentido a toda la funcionalidad: lo sagrado.
Proyección del folklore
Acercarnos a una proyección estética del folklore coreográfico nos obliga de antemano a plantearnos una serie de interrogante que ayudaran a debelar esencia del asunto:
¿Que proyectar?
¿Cómo proyectar?
¿Para que proyectar?
Asumiendo que el concepto proyección referido al folklore esta medianamente claro, cabe entonce iniciar el proceso de definir, diseñar y seleccionar aquello que es dable llevar a escena (o cualquier manifestación del arte)y que permita una visión lo mas cercana posible al fenómeno, hecho o acontecer que le da origen.
Las leyes y principios escénicos permiten, en algunas medidas, ciertas licencias que pueden tergiversar o transformar totalmente una idea, un hecho, un ambiente.
El espacio escénico, en el caso de la acción teatral, es un espacio virtual que escapa de las dimensiones de un espacio físico determinado. Un espacio teatral (escenario, gimnasio, o salón adaptado para la escena), además de su cotas particulares, adquieren aquellas que el desarrollo escénico le proporciona, aquellas que las motivaciones del creador, interprete y diseñador le puedan aportar. Así, un escenario común puede transformarse en cielo, mar, tierra, hogar, templo, por citar algunos casos. Ese es el espacio virtual y transformable el que, de algunas manera determinara e influirá en el resultado final de una “puesta en escena”.
Puesta o montaje que deberá tener paso claro y precisos para seguir su desarrollo lógico. La motivación, tema o idea básica a proyectar, es definitoria para la búsqueda del lenguaje escénico y de los elemento plástico laminícos, sonoros y ambientadores.
Cabe hacer presente aquí que el trabajar con la Cultura Tradicional involucra una postura respetuosa frente a todas aquellas manifestaciones del hombre que le permiten ser y estar en su propio tiempo y espacio.
Son estas dimensiones las que dificultan generalmente el desarrollo y puesta en escena de algunas manifestaciones de carácter folklórico, el conocimiento, uso y manejo del tiempo teatral escénicos fundamental para el logro adecuado de una obra, una escena de danza. El arte escénico es un compendio de la realidad, una obstracción de la misma, una interpretación (objetiva u subjetiva) y un planteamiento personal o colectivo las dimensiones de tiempo y espacio estan definidas por la acción, obra o contenido que se representa. Adquieren mayor o menor importancia según sea su trabajo y desarrollo escénico planteando, desarrollo que en el caso especifico del folklore coreográfico que nos preocupa adquiere mayor relevancia por cuanto esta implícito un valor significativo.
Los modulo expresivo de una danza, sus evoluciones y diseños (de piso y espacio), están fuertemente cargados significativamente y funcionalmente. Son ellos los que en definitiva deberían definir, de alguna manera, la puesta en escena. Cada giro, desplazamiento, además, están diciendo algo, tanto al que no ejecuta como al que lo observa, pero no lo mismo a cada uno.
Develar el sentido y significado del gesto debiera ser tarea fundamental de quien intenta proyectar un baile, a fin de hacer de dicho gesto un lenguaje común y comprensible.
LUGARES DESTACADOS DE LAS FIESTAS TRADICIONALES DE NUESTRA REGIÓN
COBQUECURA
Extensa playa situada a 105 kms. al noroeste de Chillán, que ofrece más de 50 kms. de playa, lugar donde surgen conjuntos de rocas de curiosas formas como "La Lobería" que sirve de refugio a los lobos marinos.
En el pueblo es característica la artesanía en greda, pita, mimbre y tejidos de lana, realizada por artesanos de la zona.
A pocas cuadras se encuentra la Piedra de la Lobería", hacia el sur del pueblo se puede visitar la Playa Mure, Piedra Alta, Rinconada, Cueva de Huilquicura y la Iglesia de Piedra, Cobquecura.
NINHUE
Pintoresco poblado ubicado a 46 kms. al noroeste de Chillán. En este lugar se encuentra al Hacienda San Agustín de Puñual, lugar donde nació el héroe de la Armada de Chile son Arturo Prat Chacón. En el poblado destaca la capilla de Ninhue y las algunas manifestaciones artesanales de las cuales destaca la chupalla de paja trenzada o "cuelga".QUINCHAMALI
Pequeño poblado ubicado a 30 kms. al suroeste de Chillán. Es considerado uno de los centros alfareros más importantes del país. Ofrece una variedad de objetos de loza negra, de adornos y utilitarios, con diseños en pintura blanca.QUIRIHUE
Quinchamalí; palabra indígena del que toma nombre, es una hierba que abunda en el sector.
La artesanía ha dado nombre nacional e internacional al pueblo, ya que sus piezas de greda se encuentran en: Museo Louvre de París, Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York, Museo Nacional de Moscú, entre otros.
La "Guitarrera" es la pieza más representativa del lugar, y es simbología para representar el trabajo artesanal del país.
Localidad ubicada a 59 kms. al noroeste de Chillán. Fue fundada en enero de 1749 con el nombre de Villa San Antonio Abad de Quirihue. Este pueblo se destaca principalmente por su artesanía basada en la manufactura de sombreros y chupallas.
Coihueco y sus raíces criollas
Durante la primera quincena de enero se realiza en Coihueco, Chillán, una fiesta de tres días para mostrar la música, el baile, la gastronomía y las actividades campesinas tradicionales de la zona. El evento se realiza en un escenario flotante en el embalse de Coihueco.
San Sebastián de Yumbel
El 20 de enero y el 20 de marzo se celebra a San Sebastián en Yumbel. Miles de peregrinos, que recorren largas distancias caminando, e incluso de rodillas, llegan de todo el país a rezar y a pagar sus mandas a la iglesia parroquial, donde se encuentra la imagen del santo, en una muestra impresionante de devoción religiosa popular.Rodeo oficial de San Ignacio
El primer fin de semana de febrero, en la medialuna de San Ignacio, se realiza un rodeo de alto nivel, que cuenta con la participación de destacadas colleras a nivel regional y nacional. Es organizado por el Club de Huasos Rodeo Chileno.Fiesta de la Candelaria en Yungay
En la capilla de Yungay, a 69 kilómetros de Chillán, se celebra el 2 de febrero una misa en honor a la Virgen de la Candelaria, en la que se bendice la imagen de la divinidad. En la cercana localidad de Pangal del Bajo se realiza una fiesta criolla con ramadas, vinos y comidas típicas.Feria costumbrista de Tirúa
En la comuna de Tirúa se realiza, durante la primera quincena de febrero, una feria costumbrista con actividades culturales, muestra de artesanías, productos agrícolas y degustación de comidas típicas.CONCLUSION DE ESTE TEMA
Al Concluir con este trabajo a través de la investigación folklórica y el desarrollo vivenciales de nuestra cultura cada ves lo estamos alejando mas con la nuevas información y actualidades del vivir cotidiano, que dejamos el sentir de nuestros antepasado culturales, falta que nuestra base de enseñanza tomen poco en cuentas la información folklórica que se desarrollan diariamente con el significado del folklore, que dice que es un vivir continuo y adquiriendo según el proceso de identificación cultural de nuestras tierra a través de nuestros personajes típicos, costumbres y danzas, fiestas religiosas que existe en nuestro país..